(Publicado - El Observador 1/11/06)
Si algo caracterizó durante décadas a la izquierda uruguaya fue su capacidad para autoerigirse conciencia crítica de la sociedad. La izquierda siempre contó con potencial para desmenuzar los procesos sociales en base a metodologías de análisis discutibles, sí, pero eficaces a la hora de llamar la atención. Tanto es así que, a pesar de la caída del socialismo real, se continuó insistiendo en la validez de la metodología marxista como instrumento apto para analizar la realidad. Los enfoques dialécticos, la síntesis, la superestructura, la lucha de clases, las visiones gramscianas, en fin, mucho de todo esto permanece aún vivo en la mente de los intelectuales de izquierda. Es que no se puede abandonar de un día para el otro aquello en que se creyó toda una vida.
En ese discurrir, donde los debates son eternos, las “comisiones” todo lo resolverán algún día y donde el mundo asambleístico es la quintaesencia de la democracia participativa, aparecen las “convocatorias nacionales” para discutir sobre “Educación” y sobre “Defensa”. Es pintoresco el asunto, porque mientras los debates en torno a estos temas, supuestamente se están procesando, a la vez las decisiones prácticas se vienen tomando y no va a quedando mucho resultado al final del periplo dialéctico. Las deserciones producidas son un anuncio del desastre.
Resulta increíble que un gobierno que tiene mayorías operativas para signar su actuación con las políticas que entienda pertinentes, tenga una postura errática en temas sustanciales de la vida del país, viva convocando a reuniones de todo tipo y crea que con esa suerte de “sorocabanización” los problemas se resolverán por arte de magia o por el mero transcurso del tiempo. La eterna plática de café, a la que siempre fue tan afín la izquierda teórica, viene ganando su partido. Los “Consejos de Ministros” itinerantes son la estrella de todo este jolgorio circense tan peculiar y tan poco proactivo. Las derivaciones de los temas a “grupos de trabajo” constituyen otra particular seña de identidad dilatoria que nada define. Y el nacimiento de “comisiones” de todo tipo es la otra joyita de toda esta “nada” tan abultada. En fin, gente hablando pero no resolviendo. (Recién, hace unas horas, nació el Frankenstein tributario: dos años para parir ese engendro.)
Ya lo hemos dicho, pero conviene recordarlo: al haber ubicado a los cuadros políticos históricos —gerontes de marca mayor—, con todo su bagaje de compromisos partidarios —y de anquilosamiento mental— se desperdició imperdonablemente una oportunidad de convocar a gente más joven, menos ortodoxa y más moderna, que hubiera podido dar una mano de manera seria y con menos carga en la mochila.
Es cierto, también, que además de la eterna cháchara gubernamental, el prejuicio y el revanchismo también juegan su partido. A varios connotados y connotadas intelectuales de izquierda se los estigmatizó casi como si hubieran colaborado con el régimen nazi y no fueron convocados sino más bien borrados del mapa. Demasiado pecado parecen haber cometido, parece, con su “colaboracionismo” con el “enemigo” en períodos anteriores…
No es posible, entonces, sacar un país adelante desde la charla en el boliche como núcleo central de los asuntos de Estado. Gobernar no es dar charlas en los comités de base, o hacer posicionamiento y perfilismo para las elecciones internas de la “fuerza política” de gobierno. Tal actitud, inclusive, puede llegar a extremos que ofenden al ciudadano de a pie. ¿Qué le importa a la gente la lógica de poder interna de los gobernantes? ¿Cuál es la razón por la cual la gente que votó al gobierno —y aquellos que no lo hicimos— tenemos que presenciar que quienes fueron electos para gobernar hoy estén metidos en competencias internas que le sacan tiempo a la resolución de los problemas del país? ¿Para tales menesteres se les paga el sueldo? ¿No hay, acaso, una Constitución que ordena que se hagan elecciones internas al final del período para evitar —¡justamente!— este tipo de distracciones?
Y después montan en cólera cuando los critican…
En ese discurrir, donde los debates son eternos, las “comisiones” todo lo resolverán algún día y donde el mundo asambleístico es la quintaesencia de la democracia participativa, aparecen las “convocatorias nacionales” para discutir sobre “Educación” y sobre “Defensa”. Es pintoresco el asunto, porque mientras los debates en torno a estos temas, supuestamente se están procesando, a la vez las decisiones prácticas se vienen tomando y no va a quedando mucho resultado al final del periplo dialéctico. Las deserciones producidas son un anuncio del desastre.
Resulta increíble que un gobierno que tiene mayorías operativas para signar su actuación con las políticas que entienda pertinentes, tenga una postura errática en temas sustanciales de la vida del país, viva convocando a reuniones de todo tipo y crea que con esa suerte de “sorocabanización” los problemas se resolverán por arte de magia o por el mero transcurso del tiempo. La eterna plática de café, a la que siempre fue tan afín la izquierda teórica, viene ganando su partido. Los “Consejos de Ministros” itinerantes son la estrella de todo este jolgorio circense tan peculiar y tan poco proactivo. Las derivaciones de los temas a “grupos de trabajo” constituyen otra particular seña de identidad dilatoria que nada define. Y el nacimiento de “comisiones” de todo tipo es la otra joyita de toda esta “nada” tan abultada. En fin, gente hablando pero no resolviendo. (Recién, hace unas horas, nació el Frankenstein tributario: dos años para parir ese engendro.)
Ya lo hemos dicho, pero conviene recordarlo: al haber ubicado a los cuadros políticos históricos —gerontes de marca mayor—, con todo su bagaje de compromisos partidarios —y de anquilosamiento mental— se desperdició imperdonablemente una oportunidad de convocar a gente más joven, menos ortodoxa y más moderna, que hubiera podido dar una mano de manera seria y con menos carga en la mochila.
Es cierto, también, que además de la eterna cháchara gubernamental, el prejuicio y el revanchismo también juegan su partido. A varios connotados y connotadas intelectuales de izquierda se los estigmatizó casi como si hubieran colaborado con el régimen nazi y no fueron convocados sino más bien borrados del mapa. Demasiado pecado parecen haber cometido, parece, con su “colaboracionismo” con el “enemigo” en períodos anteriores…
No es posible, entonces, sacar un país adelante desde la charla en el boliche como núcleo central de los asuntos de Estado. Gobernar no es dar charlas en los comités de base, o hacer posicionamiento y perfilismo para las elecciones internas de la “fuerza política” de gobierno. Tal actitud, inclusive, puede llegar a extremos que ofenden al ciudadano de a pie. ¿Qué le importa a la gente la lógica de poder interna de los gobernantes? ¿Cuál es la razón por la cual la gente que votó al gobierno —y aquellos que no lo hicimos— tenemos que presenciar que quienes fueron electos para gobernar hoy estén metidos en competencias internas que le sacan tiempo a la resolución de los problemas del país? ¿Para tales menesteres se les paga el sueldo? ¿No hay, acaso, una Constitución que ordena que se hagan elecciones internas al final del período para evitar —¡justamente!— este tipo de distracciones?
Y después montan en cólera cuando los critican…
2 comentarios:
Hay que verle el lado bueno ..... ahora vamos a poder votar en la interna del FA para romperles las P...... lo cual es exactamente lo que ellos siempre hicieron.
juajuajua.... sos el verdadero washy de mi alma? aaa..... como te odio puto de mierda seguro te gusta por el orto a vos.
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