miércoles, mayo 28, 2008

LA MAQUINITA SE LOS TRAGA

(Publicado - El Observador 28/05/08)
Cierto día, varias décadas atrás, un grupo de personas advirtió que la única manera de derrotar el predominio de los partidos fundacionales era ir avanzando en la conquista de “valores culturales” que permitieran un cambio en el modelo político que el país vivía desde siempre. Así, la llamada izquierda “moderada” comenzó a tejer consciente e inconscientemente una serie de redes en el espacio de la sociedad civil, de manera de ir creando clima, conquistando pareceres, generando complicidades compartidas, para ir aproximándose a la lejana conquista del poder. Simultáneamente, la izquierda “radical” –tupamaros y otros actores más o menos afines a éstos- sólo apostaba a la vía violenta para ir desgastando la institucionalidad democrática. Dos modelos que, en realidad, se complementaban al final del camino. Este fue un eje obvio en el recorrido que ambientó la conquista del gobierno por parte del Frente Amplio en las últimas elecciones. Primero ganaron la batalla cultural, ganaron las cabezas de mucha gente, luego el camino de las urnas, ayudado por la demografía electoral, hizo el resto.
Los partidos históricos nunca comprendieron demasiado bien la lógica gramsciana –de avanzar en todos los terrenos de la sociedad civil- porque la visión republicana de ambos les impedía apostar al copamiento de lo social manejado como un plan de captura de poder. Es cierto que el Partido Nacional de la reconquista democrática parece advertir esta debilidad y Wilson Ferreira Aldunate alienta a la Secretaría de Asuntos Sociales de su colectividad -de su propia factura- a tener un tono más activo en varios espacios sociales que eran monopolio exclusivo de ciudadanos de izquierda. Los colorados –siempre tan asentados en la lógica del poder- no tuvieron demasiada participación en esas áreas porque su accionar lo desplegaban desde el gobierno y con eso -creían- era más que suficiente. Los escasos núcleos que sí lo comprendieron, nunca lograron un efectivo respaldo orgánico del partido.
A su vez, el ejercicio de poder inevitablemente –con razón o sin ella- genera desgastes, erosiones y perfila a ciudadanos que el cuerpo electoral termina rechazando de manera frontal por aquello que hacen mal, pero también por aquello que apenas se presume -o hasta se fantasea- que hacen mal. Los propios adherentes al partido de gobierno de turno sienten que algunos individuos incumplen el mandato por el que han sido ungidos para llevar adelante una gestión de gobierno. Esa percepción –no siempre alejada del sentido común- genera una enorme tensión que somete al gobierno de la hora a situaciones difíciles, cuando no espantosas, en las que se termina buscando disimular la actuación de gente que la sociedad ya sentenció -muchas veces sin razón, pero muchas otras con sobrados motivos- como ciudadanos nefastos para el país.
Cuando la izquierda era oposición sabía aprovechar los errores y los casos de corrupción que algunos actores de los partidos históricos propiciaban y destruía así, desde lo formal, desde los medios, y desde lo informal también, en el boca a boca, las reputaciones tanto de tristes personajes como de ciudadanos honrados a los que no se dudó en enlodar. Se militaba en esa causa de manera “abnegada” y creando polarización con la implacable lógica de la teoría del enemigo. En la lógica actual, los partidos históricos no saben recorrer bien ese camino, porque no está en su tradición cultural, y son los medios de comunicación los que ocupan el principal lugar en el terreno de la denuncia a situaciones en que aparecen comprometidas la probidad moral de determinados funcionarios o el respeto que dispensan a la legalidad. Pero, en general, lo hacen sin militancia y sólo desde el encuadre informativo. No existe la tal “orquestación” de la que se queja –sin razón- el Presidente de la República.
O sea, la izquierda desde la sociedad civil y desde la erosión -con denuncias reales y falsas de corrupción- fue construyendo una parte sustancial de su plataforma para alcanzar el poder. Hoy se viene autodestruyendo con la misma metodología con la que logró el éxito. Abandonó la sociedad civil, que ya no es monocolor y que se siente, en vastos sectores, profundamente defraudada por un gobierno voraz en lo tributario y distante en la casuística social. Y los casos de corrupción o inmoralidades que les explotan en la cara, los vienen asfixiando ante ese público que les prestó el voto creyendo que “eran diferentes” y ante cierta izquierda que de veras se sentía integrando el partido de los apóstoles de la ética. Así las cosas, quién diría que el propio veneno que inyectaban por todo el país, los iba a autoaniquilar. La maquinita inventada se deglute al inventor, y parece disfrutarlo. Quién diría.

domingo, mayo 18, 2008

a los idiotitas de siempre

Yo creo que hay una barrita de idiotitas que tienen poco que hacer con sus vidas. Entran al blog, destilan veneno, luego abren la heladera comen algo agrio, van a baño y lo matan de mal olor. Ay chicos, son tan idiotitas que no gasto un minutito más en vuestras miserables vidas. Bye, Bye

miércoles, mayo 14, 2008

CADENA PERPETUA

(Publicado - El Observador 14/05/08)

La inseguridad pública es uno de los temas de mayor preocupación de la ciudadanía. Lo dicen las encuestas, pero alcanzaría con advertir lo que se palpa en la calle. La gente está atemorizada por sí y por sus seres queridos. ¿Qué mayor inseguridad puede existir que la de no poder caminar tranquilo por el barrio? Si no estuviéramos ante un tema trágico, diríamos que es jocoso evaluar la seguridad pública considerando la cantidad total de delitos como intenta hacer el Gobierno. Ofende la inteligencia un encare de esa naturaleza cuando para todos es evidente el problema.
El “cuántos delitos pueda haber” es un aspecto de la cuestión pero no el único y mucho menos el más importante. El objetivo de una sociedad no es la ausencia total de delitos sino la supresión del sentido de amenaza cotidiana y el afianzar la certidumbre de que el delito paga, y que pagará más cuánto más grave sea el mismo. Todo esto junto a que las autoridades competentes demuestren con hechos que están tomando los recaudos necesarios para controlar y abatir el peligro. Este Gobierno es sinónimo de esos tres objetivos, pero al revés. Se está llegando al punto en que la ciudadanía quiere hacer justicia por su propia mano como en el caso de la niña Pamela. La gente se cansa de tanta inoperancia y empieza a recorrer caminos peligrosos para todos.
Recién ahora parece que el Ministerio del Interior estaría pensando en cómo combatir el delito de rapiña y asume que tiene un impacto mayúsculo en la inseguridad. Necesitaron que, semestre tras semestre, la cantidad de rapiñas se disparara para convencerse. Lo dijimos hace meses, el tema requiere un cambio de enfoque para poner el acento en los delitos de mayor impacto social, es decir aquellos cuya repercusión en términos de inseguridad, intimidación y amenaza son más que evidentes. Estamos hablando, fundamentalmente, de rapiña, hurto, copamiento, homicidio y violación. No puede haber dos opiniones sobre la conmoción social que provocan estos delitos. Hay que multiplicar las acciones focalizándolas en estos flagelos. Y si hay que romper la simetría penal proponiendo que el violador y homicida de menores tenga cadena perpetua no habría que tener temor en avanzar en esta línea. Es gente irrecuperable que no merece otra cosa de la sociedad. No es inflación penal, es lo que hay que hacer ante esos bárbaros para terminar con el daño social que producen definitivamente.
Para el frenteamplismo en el gobierno es una cuestión difícil ya que supone abandonar la teoría que sostuvo desde siempre de que la delincuencia se explicaba (y hasta se podía justificar) por un tema de pobreza. Minúsculo razonamiento, diríamos, porque si bien las condiciones sociales son un factor no desdeñable, es una explicación parcial y hasta engañosa, al punto que puede llevarnos a ver las cosas como si estuviéramos frente a una cuestión de “pobres” contra “ricos”. Nada más maniqueo.
Despreciar elementos claves en la inseguridad tales como la presencia de bravucones violentos en las calles, “barras” de drogadictos en esquinas, limpia vidrios que obligan a “contratar” sus servicios de “pesado”, y otras decenas de situaciones que la gente conoce, es mofarse de las condiciones de seguridad con la que se vive en esta república. Se trata de no es discriminar sino de entender que el fenómeno de la seguridad pública es complejo, multicausal y no se aborda con ideologismos y prejuicios como hasta ahora. Ya bastante tuvimos con la ley de liberación de presos. El mayor mamarracho en esta área vestido de romanticismo trasnochado. Así nos fue.
El Gobierno es el principal responsable de la inseguridad ciudadana. Se muestra flexible ante el delito, débil ante el delincuente y omiso en concebir planes sustantivos que arremetan contra el estado de inseguridad que padece la población. La ministra es buena en marketing comunicacional, ahora se requiere que sea buena en su gestión. De lo contrario solo la recordaremos por aquella folclórica cabalgata y por una inoperancia sin igual. Poca cosa para tanto sonido de tambores.