miércoles, abril 19, 2006

¿SE TIENE QUE IR EL MINISTRO?

(Publicado - El Observador 19/04/06)
La muerte siempre convoca a reflexionar. La muerte injusta mucho más. La muerte anunciada aún es más impresionante. El episodio del policía asesinado en Flores estaba cantado. Algo tenía que fallar cuando se entregan libertades anticipadas a infractores que no tienen las condiciones para obtener semejante beneficio. El error de la ley de humanización carcelaria fue creer que se puede rehabilitar de bolea, casi por arte de magia, sin hacer grandes inversiones en los liberados, sin montar un seguimiento profesional sobre las actividades de los mismos y sin saber cómo hacerlo de manera consistente. Improvisación y dogmatismo, terrible combinación. No se trata de caer en la miseria de cobrarle el gatillo al ministro del Interior, se trata sí de recordarle que esto lo habíamos anunciado: una y mil veces gritamos en todas las esquinas que esa ley era un mamarracho, que no está la población reclusa preparada para que de un día para el otro se liberen cientos de personas que van a volver a delinquir. ¿Qué otra cosa podía suceder con muchos de ellos? El maniqueísmo infantil de algunos pretende ubicar nuestra posición en el ángulo de la derecha, de los reaccionarios que no estamos dispuestos a apostar a la buena fe y a la reinserción de los delincuentes. Todo eso es falso: si se quieren liberar reclusos pues que se lo haga bien, que no salgan a matar, por lo menos eso era lo esperable. Sí, muchos lloraron el deceso del joven policía, pero cuando se les decía que esto podía suceder se mofaban de los partidos históricos y prescindieron de todas nuestras visiones. Ahora tendrán que cargar sobre sus conciencias con una ley que liberó a un señor que si hubiera estado privado de libertad -como hubiera correspondido en este caso- el joven policía aún estaría entre nosotros. Suena grueso pero es así. En materia de seguridad el país perdió el rumbo. Aumentaron los hurtos y las rapiñas. Las zonas rojas son todas. La policía está enormemente desmotivada, ya no cree más en su máximo jerarca. En cualquier momento se va a producir nuevos problemas en materia de hacinamiento carcelario porque a pesar del engendro de la ley de humanización carcelaria ya casi se volvió a las cifras que originaron el motivo de esa ley. Resulta increíble recordar que se legisló para descomprimir las cárceles. De locos sonaba el planteo y efectivamente lo era. Si uno fuera un cretino debiera creer que es malo para el gobierno tanto desatino porque de seguro en algún momento esto tendrá un costo político dado que no se puede tener a la gente viviendo al borde de un ataque de pánico permanente. Pero no es ese mi talante, es demasiado grueso lo que está pasando como para estar apostando a la cancha chica y caer en la miseria. O el gobierno asume que está en un lío enorme, o de lo contrario todos pagaremos las consecuencias. ¿Se tiene que ir el ministro? Para mí sí, hace tiempo que agotó su margen de credibilidad ante la gente. Ese es un Ministerio en el que hay que estar las veinticuatro horas del día arriba del potro, en el que el contacto con la ciudadanía es vital para auscultar lo que está pasando, en el que lo ideológico no importa nada y en el que se actúa con la policía (nunca contra la policía). Nada de esto lo entendió el actual ministro y su fracaso construye el reino de la inseguridad de los uruguayos. Los chorros la tienen clarita: la policía no puede hacer casi nada y la tolerancia es infinita. El presidente no querrá retirar a su ministro en medio de un lío como el presente, pero en algún momento lo va a tener que hacer porque el desprestigio de esa cartera se contagia como un virus. A la larga llega a presidencia. El doctor Vázquez sabe que eso es así, por ello sería sensato que fuera pensando en el relevo. Los uruguayos todos se lo van a agradecer. El doctor Díaz ya puede volver a su casa.

martes, abril 18, 2006

NOTA DEL DÍA


Hoy estamos nuevamente arrancando las actividades. Solo este país se da el lujo de dormir la siesta en semana de turismo. El tema es aburrido. Todos se quejan. Todos coinciden en el error y nadie hace nada.
Voy a decir algunas palabras sobre la minoridad en las calles. Mucho Ministerio de Desarrollo Social, pero los uruguayitos siguen allí. Ellos decían que esto se arreglaba ...
Estoy escribiendo para El Observador algo para mañana sobre "seguridad", o más bien "inseguridad pública". El policia muerto debe hacer pensar a la gente. Lo mató una mala ley que liberó a un delincuente, que si hubiera estado preso nada hubiera sucedido. Algunos se ponen histéricos por esto, harían mejor en inquietarse por arreglar cuanto antes los mamarrachos legislativos que inventaron. La experiencia de liberar presos está saliendo carísima.

PROPUESTA

COORDINACIÓN INTERMINISTERIAL PARA ASISTIR A NIÑOS DE LA CALLE

LA CRUEL REALIDAD

De las diversas situaciones sociales que podemos comprobar en nuestro país, existe una que impacta fuertemente. Estamos hablando de la trágica realidad de los uruguayos y uruguayas “cuya vida cotidiana se desenvuelve en la calle, donde encuentran las estrategias de sobre vida en relación con la alimentación, el descanso, la higiene, la obtención de algún dinero, etc. Es allí donde establecen sus vínculos, generan rutinas para la satisfacción de sus necesidades básicas —comer, tener un espacio donde estar en caso de mal tiempo, conseguir algún medicamento— y encuentran en qué ocupar el día” (1).

La situación de calle es un hecho complejo en el que juegan factores económicos, sociales y culturales, habiéndose abandonado desde hace mucho tiempo el sobredimensionamiento que se hacía del componente psiquiátrico de los individuos, aunque pueda estar presente en algunos casos.

Sin duda, esta situación se vuelve aún más dolorosa cuando los que la padecen son menores de edad: “Los ámbitos reconocidos por la sociedad para el desarrollo de la niñez y adolescencia son la familia, la escuela y la comunidad. Sin embargo, hay un grupo significativo de niños, niñas y adolescentes, para los que en su proceso de desarrollo cobra una importancia sustantiva el espacio calle, interactuando como escenario social, incidiendo directa e indirectamente en su crecimiento personal. Es allí, en la calle, donde realizan múltiples actividades que cubren gran parte de sus necesidades y expectativas: económicas y de sustento básico y al mismo tiempo de recreación, de afecto, áreas que se han ido independizando y poco a poco van dejando de depender solamente de su ámbito familiar, comunitario y/o escolar” (2).

Según una investigación realizada por Gurises Unidos existen 7840 niños, niñas y adolescentes en situación de calle en Uruguay, 3100 en Montevideo y Area Metropolitana y 4740 en el Interior urbano. Para el caso de Montevideo, el estudio reveló que tres de cada cuatro niños en situación de calle se ubican en la periferia de la ciudad. Casi el 13% posee entre 0 y 5 años de edad —tramo etario en el que la ausencia de protección agudiza los efectos negativos— y en el orden del 60% tiene entre 6 y 13 años —lo que patentiza la problemática de la inserción educativa en estos niños en edad escolar. En total, el 70% de los menores en situación de calle no superan los 13 años.

El informe sostiene que “estar en la calle implica para el niño un aprendizaje de cómo hacerlo y en ella realizan actividades que le permiten ‘sobrevivir’, algunas de las cuales entrañan elementos lesivos para su desarrollo integral”. Además, viven “una problemática singularmente compleja por lo difícil de las condiciones”, las que “se encuentran cargadas de derechos vulnerados (...) no cuentan con necesidades básicas satisfechas, están expuestos a la utilización y a la explotación por parte de los adultos, al maltrato, viven en soledad y desprotección frente a situaciones diversas, están alejados de los servicios de protección a la infancia, particularmente la escuela” (3). Naturalmente, estos niños y adolescentes son los más expuestos al consumo de drogas, destacándose el flagelo creciente de la pasta base, cuyo grueso de consumidores (también de los distribuidores) pertenece a los estratos socioeconómicos más bajos (4).

Ahora bien, un 71% del total de niños en situación de calle se encuentra en ella bajo la modalidad de hallarse solo o en grupo, pero, en ambos casos, sin la presencia de un adulto (5), lo cual acrecienta el drama. Sin embargo, de ese conjunto, existen aquellos que se han dado en llamar “niños de la calle” —para diferenciarlos de “en situación de calle”— ya que en rigor no poseen lazos familiares de ningún tipo, como tampoco ninguna referencia adulta a quien dirigirse. Se dice que serían aproximadamente 250 en todo el país, 100 de los cuales se encontrarían en Montevideo, siendo “en ese grupo donde se producen los mayores problemas de salud y los episodios más terribles de violencia, abuso y explotación” (6).

Al mismo tiempo, estos niños que en sentido literal viven en la calle sin ataduras de ningún tipo —por lo tanto viviendo en la ambigua situación de estar sometidos a maltrato pero también a libertades— es muy difícil que encuentren motivación para participar de algún tipo de programa que los asista. En definitiva, una realidad oscura y espinosa que necesita una respuesta urgente.

LAS DIFICULTADES

Entendemos que se registran tres dificultades para abordar esta problemática:

A. Si bien valoramos las distintas respuestas que abordan el tema de los niños en situación de calle (Posada Belén, el refugio El Faro del INAU, Gurises Unidos, El Abrojo, Programa Infancia y Familia, etc.), ningún programa o institución trabaja la problemática de los “niños de la calle” en forma específica.

B. Se constata la ausencia de estudios más acabados sobre las características de la población a asistir, incluyendo una definición sobre cuál es el número preciso de “niños de la calle”.

C. La existencia de visiones contrapuestas sobre cuál debería ser el enfoque con el que se debería buscar soluciones, sobre todo en los aspectos vinculados a la posible medida de internación. El relator sobre derechos humanos de la infancia para el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Dr. Juan Miguel Petit, sostuvo que “la idea de no internación es aplicada como una filosofía de no intervención”, ya que se estaría llevando a un extremo la idea de que hay que buscar como única solución para esos niños “una familia, una comunidad, un hogar sustituto, un hogar de acogida”. El Dr. Petit considera que en esta idea incide el nuevo Código de la Niñez y la Adolescencia, al estipular la internación compulsiva sólo para los casos de “niños o adolescente con patología psiquiátrica, niño o adolescente que curse episodios agudos vinculados al consumo de drogas (…) niño o adolescente necesitado urgente tratamiento médico destinado a protegerlo de grave riesgo de su vida o su salud (…) En todos los casos deberá existir prescripción médica, el plazo máximo de internación será de 30 días prorrogables por períodos de igual duración mediando indicación médica hasta el alta de internación”. Petit concluye que “la filosofía que se desprende y la interpretación que hacen habitualmente los operadores sociales es que internar es una medida extrema, muy extrema” (7). Como manifestación de una opinión en contrario, Luis Pederneras de IELSUR, en declaraciones posteriores, sostuvo que “los niños sin referentes, salvo que estén en situación de peligro grave, deben ser abordados mediante un proceso de acercamiento progresivo y nunca se los debe retirar de la calle mediante imposiciones”. En términos más generales opinó que “la única respuesta válida a los problemas de la niñez en la calle es la instrumentación de políticas sociales. Todo lo demás son parches a la violación de los derechos humanos de los niños, que terminan institucionalizándolos y convalidando la judicialización de un problema social mediante leyes tutelares” (8).

LAS NECESIDADES: COORDINACIÓN INSTITUCIONAL Y CONSENSOS

Nosotros sentimos que una situación de este tipo, con un sector de nuestra infancia absolutamente desprotegida y que verá su vida truncada —nada bueno se podrá esperar en el futuro, para ellos mismos y la sociedad, de menores formados en los códigos de la vida en la calle— requiere la imprescindible adopción de políticas concretas, debiéndose evitar los bloqueos que se producen por lo disímil de las posturas sobre el tema. Sería una infamia que dejemos transcurrir más tiempo, sobre todo cuando aún estaríamos hablando de un número de menores en esa situación que se puede considerar muy manejable.

En concreto, proponemos:

Establecer una coordinación interministerial que abarque a los Ministerios de Desarrollo Social y del Interior para conformar un plan de asistencia urgente de la “niñez de la calle”, al menos durante los meses de invierno, contemplando una atención integral.

Convocar a un dialogo nacional sobre la temática en la que participen todos los actores involucrados, con la meta de alcanzar, finalmente, puntos de consenso. La idea sería establecer una serie de criterios mínimos que debe tener una política social dirigida al fenómeno de la niñez de la calle y una red institucional que se fije metas comunes.

Conformar una alianza estratégica, entre las ONG, el Estado (Central y gobiernos municipales) e incluyendo al sector privado. Hay que promover el redireccionamiento de un parte de los fondos que dedican las empresas privadas a temas sociales para contribuir a financiar los diversos proyectos.

Teniendo en cuenta, como bien sostiene el estudio de Gurises Unidos, que “no hay una situación de calle sino múltiples”, hay que desarrollar instrumentos específicos en el tema, incluyendo un programa especializado que articule los distintos actores, planes sociales y estrategias de abordaje.

Generar un banco de datos sobre la población objetivo, procurando una más eficiente labor de los distintos actores que trabajan en el tema, ya que, en numerosas oportunidades, se superponen en la atención de una misma persona.

6. Crear programas de formación y capacitación destinados a los actores sociales, sean estos institucionales o en forma individual, que trabajan, o vayan a hacerlo, en la materia. No todos aquellos que se dediquen a atender esta población tienen porque contar con la preparación para enfrentar una problemática tan compleja.

Establecer fórmulas de evaluación periódica y efectuada por organismos independientes, sobre los resultados de las políticas seguidas por todos los actores involucrados.

Analizar modificaciones posibles a realizar al Código de la Niñez y la Adolescencia en lo pertinente a las normas que regulan los procedimientos de adopción, con el supremo objetivo de agilitarlos.

Este conjunto de propuestas pretenden convertirse en un acicate para que ya no posterguemos más las tan necesarias soluciones. Hay demasiado en juego como para no apostar a la ejecutividad y al trabajo mancomunado.



Washington Abdala

18 de abril de 2006.



(1) Medidas urgentes frente a la situación social. CLAEH/PNUD, Montevideo, 2003.
(2) “Niños, niñas y adolescentes en situación en calle en Uruguay”, Gurises Unidos, 2005.
(3) Ibidem.
(4) “El País”, 12/02/2006.
(5) “Niños, niñas y adolescentes en situación en calle en Uruguay”, Gurises Unidos, 2005.
(6) “Brecha”, 21/10/2005.
(7) “En Perspectiva”, 18/10/2005.
(8) “Brecha”, 21/10/2005.