(Publicado - El Observador 15/11/06)
Hacer oposición no es tarea sencilla cuando los escenarios para la misma son mínimos, cuando no se oyen las señales ciudadanas de medio país y cuando, además, se pasa por encima, cual Atila, a todas las voces que cuestionan el accionar gubernamental. Si la oposición, además, parece un “enemigo” como lo calificó la Ministra de Defensa y no como el adversario normal, que siempre es bueno tener, en fin, entonces las cosas no vienen bien. Y si, por añadidura, los resultados electorales de las elecciones internas del Frente Amplio envalentonan aún más a los integrantes de ese conglomerado político, el panorama adquiere contornos inquietantes.
Es obvio que la calidad y el relacionamiento democráticos se resienten cuando se atropella al Parlamento, pasándole por encima, como una aplanadora, en temas relevantes, como el ingreso de Venezuela al Mercosur, en una sesión a las tres de la madrugada, con un partido de gobierno solo, dormido y superlativamente apurado, haciendo las cosas de manera discutible en lo reglamentario y con una ilegitimidad política obvia. Dicho esto sin arrebatos histéricos.
Es cierto, sí, que ahora hay más “llamados a sala” de ministros que antes, pero ese parece ser de los pocos instrumentos idóneos que van quedando para masificar el mensaje de crítica a la gestión gubernamental.
Por otra parte, no es cierto que las interpelaciones de los períodos anteriores nunca tuvieron consecuencias. Eso es errado porque sí tuvieron consecuencias. Y vaya si las tuvieron. Varios de los ministros que fueron “baleados” en el Parlamento, al poco tiempo tuvieron que retornar a sus domicilios. No fue instantáneo, pero llegó un momento en el que los individuos, por dignidad, sabían que estaban comprometiendo al gobierno y por prudencia, para no debilitarlo más, se retiraban. No tengo que recordar nombres, los memoriosos saben quiénes fueron.
Este gobierno es zombi y autista. No sólo no da el brazo a torcer en algunos casos obvios, sino que además se insiste en el estrellato de ciertas figuras que cada día irritan más y cosechan mayores enojos.
Lo de la Cancillería, por ejemplo, es de Ripley. Todos saben que es el peor Canciller que puede tener el país en momentos normales. Pero en estos momentos, cargados de tensión y dificultades, deviene rotundamente una insensatez tener allí a un ciudadano que no lidera, que tiene pocos amigos en el mundo internacional, que tiene vetos fácticos por parte de países que ni se toman un café con él, que no habla ningún idioma y que ni siquiera en su coalición alguien gasta un minuto en defenderlo. ¿A que parlamentario vimos diciendo algo con convicción sobre este hombre? ¿Hasta cuándo seguirá atornillado a su poltrona del Palacio Santos? ¿Hasta cuándo el Presidente tiene que tener un problema de este tipo? ¿Cuándo vendrá la hora que un Canciller ambiente una cumbre en la que no quedemos pegados por tanta ausencia y tanto “botijeo” al país? ¿Cuándo saldremos del Canciller ideológico del sesenta y pasaremos a un Canciller de todos, que nos haga sentir que las políticas exteriores de Estado son en serio y no un viejo cuplé murguero? ¿Hasta cuándo?
Por eso es seguro que habrá más interpelaciones. Porque desde la oposición creemos que algún día alguien entenderá qué está pasando y, finalmente, se tomarán medidas. Todavía me acuerdo cómo el verano pasado Uruguay se incendiaba con el conflicto argentino y el Canciller viajaba a Rusia con rostro marmóreo a vender manzanas. Surrealista y muy triste, por cierto.
Ya sabemos que se viene un verano caliente con la Argentina, es un dato. Supongo que alguien estará reflexionando al respecto en algún lugar del gobierno, que alguien estará evaluando escenarios hipotéticos, que alguien estará pensando en ser la voz del gobierno. Si todos se van a pescar… bueno, leeremos en La Nación y en Clarín cómo nos atropellan y cómo algún funcionario de cuarta abre la boca para cumplir con el mandado que se le dictará por teléfono celular desde la playa.
Es obvio que la calidad y el relacionamiento democráticos se resienten cuando se atropella al Parlamento, pasándole por encima, como una aplanadora, en temas relevantes, como el ingreso de Venezuela al Mercosur, en una sesión a las tres de la madrugada, con un partido de gobierno solo, dormido y superlativamente apurado, haciendo las cosas de manera discutible en lo reglamentario y con una ilegitimidad política obvia. Dicho esto sin arrebatos histéricos.
Es cierto, sí, que ahora hay más “llamados a sala” de ministros que antes, pero ese parece ser de los pocos instrumentos idóneos que van quedando para masificar el mensaje de crítica a la gestión gubernamental.
Por otra parte, no es cierto que las interpelaciones de los períodos anteriores nunca tuvieron consecuencias. Eso es errado porque sí tuvieron consecuencias. Y vaya si las tuvieron. Varios de los ministros que fueron “baleados” en el Parlamento, al poco tiempo tuvieron que retornar a sus domicilios. No fue instantáneo, pero llegó un momento en el que los individuos, por dignidad, sabían que estaban comprometiendo al gobierno y por prudencia, para no debilitarlo más, se retiraban. No tengo que recordar nombres, los memoriosos saben quiénes fueron.
Este gobierno es zombi y autista. No sólo no da el brazo a torcer en algunos casos obvios, sino que además se insiste en el estrellato de ciertas figuras que cada día irritan más y cosechan mayores enojos.
Lo de la Cancillería, por ejemplo, es de Ripley. Todos saben que es el peor Canciller que puede tener el país en momentos normales. Pero en estos momentos, cargados de tensión y dificultades, deviene rotundamente una insensatez tener allí a un ciudadano que no lidera, que tiene pocos amigos en el mundo internacional, que tiene vetos fácticos por parte de países que ni se toman un café con él, que no habla ningún idioma y que ni siquiera en su coalición alguien gasta un minuto en defenderlo. ¿A que parlamentario vimos diciendo algo con convicción sobre este hombre? ¿Hasta cuándo seguirá atornillado a su poltrona del Palacio Santos? ¿Hasta cuándo el Presidente tiene que tener un problema de este tipo? ¿Cuándo vendrá la hora que un Canciller ambiente una cumbre en la que no quedemos pegados por tanta ausencia y tanto “botijeo” al país? ¿Cuándo saldremos del Canciller ideológico del sesenta y pasaremos a un Canciller de todos, que nos haga sentir que las políticas exteriores de Estado son en serio y no un viejo cuplé murguero? ¿Hasta cuándo?
Por eso es seguro que habrá más interpelaciones. Porque desde la oposición creemos que algún día alguien entenderá qué está pasando y, finalmente, se tomarán medidas. Todavía me acuerdo cómo el verano pasado Uruguay se incendiaba con el conflicto argentino y el Canciller viajaba a Rusia con rostro marmóreo a vender manzanas. Surrealista y muy triste, por cierto.
Ya sabemos que se viene un verano caliente con la Argentina, es un dato. Supongo que alguien estará reflexionando al respecto en algún lugar del gobierno, que alguien estará evaluando escenarios hipotéticos, que alguien estará pensando en ser la voz del gobierno. Si todos se van a pescar… bueno, leeremos en La Nación y en Clarín cómo nos atropellan y cómo algún funcionario de cuarta abre la boca para cumplir con el mandado que se le dictará por teléfono celular desde la playa.
2 comentarios:
No le extrañe que haya viajado a Rusia para ser adoctrinado, porque como todos sabemos el comunismo es un pulpo que tiene la cabeza en Moscú. Coincido con todo lo que dice, no se si es familiar con la serie Star Wars, pero Vazquez cada vez se parece más al canciller Palpatine.Encima ahora presos dos ciudadanos ejemplares que combatieron al germen rojo cuando queria apoderarse de este país. Siempre de pie.
Ah.. LA rusia comunista...
VADE RETRO!!!
Increible que eso siga siendo un argumento.
Pero bueno.. los tiempos cambian.
Aunque a algunos mal les cueste.
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