(Publicado - El Observador 23/08/06).
Tal parece ser el talante con el que el gobierno vino actuando en relación al conflicto “sui géneris” que se vivió —y aún persiste— en Dancotex. A esta altura, parece lamentable que haya tanto empecinamiento y que se evalúe todo lo sucedido como una pulseada de poder. No es justo para nadie y todos pierden. El patetismo de la situación es evidente.
Este gobierno cree que tiene que ser pro-operario y que ello lo obliga a ser anti empresario. No entiende lo esencial. Hoy ser pro-operario implica también ser pro-empresario para que el titular de la empresa no se funda y, con ello, no lleve al hambre a todos los trabajadores de su empresa. Es el dos más dos. Sólo visiones muy radicalizadas, con aroma revanchista, permiten ver otra cosa. Por algo ha habido tantas idas y venidas, con actuaciones judiciales valientes y con gobernantes lamentables, que no ayudaron a cumplir lo que ordenaba la Justicia. Hacerse de sus bienes parece una proeza en este país.
Acá se ha pulverizado todos los principios legales básicos. Una huelga que no es tal. Una ocupación con guardia gremial, y cobrando pero sin trabajar. Los trabajadores que cobran el seguro de desempleo sin saber cómo termina todo. Y un caso emblemático que se constituyó en el peor ejemplo de lo que se empieza a vivir con tanta anarquía y tantas ocupaciones.
Porque esa es la verdad, los límites del Estado de Derecho, o sea las certezas de las normas legales, se han borrado porque hay que expropiar los medios de producción a sus titulares actuales para que los trabajadores, por algún mecanismo, se hagan de ellos y los exploten. Ese —parecería— es el verdadero sentir gubernamental. El empresario, en la mirada del gobierno, es un comisionista que intermedia y punto. Nada vale su espíritu de riesgo, su creatividad y su liderazgo. Nada vale su inversión, nada vale el derecho de propiedad. Nada valen sus contactos para colocar sus productos. Nada vale nada. Sólo el derecho al trabajo descolgado del mundo real. Es una mirada siniestra, sólo fruto del dogmatismo ideológico.
Aunque parezca increíble, esta óptica del otrora socialismo real, es la que impera en el equipo del Ministerio de Trabajo. Siguen desconfiando del empresario, creyendo que es un oligarca explotador, al que llegó la hora de ponerlo en su lugar. Pero, claro, no saben ni cómo, ni de qué forma, sólo saben que lo tienen que combatir por vendetta filosófica.
El Uruguay, con esta nueva dirigencia sindical poderosa, empieza vivir su peor infierno. Los gobernantes todavía no advirtieron que tiene más poder la central sindical que todo el Frente Amplio junto. Esta película, además, ya la vimos en la Argentina, donde la dirigencia sindical, con recursos económicos, maneja el poder de una manera que causa estupor. Si tendrán plata, acá, que quieren comprar un canal de televisión. El nuevo marco normativo les amparó el descuento sindical automático sobre los salarios, todo lo cual los está haciendo cada vez más ricos. Y, lógicamente, hoy todo el mundo se quiere sindicalizar, porque el gobierno está en esa sintonía. Bienvenidos al club del nuevo poder corporativo del Uruguay.
Si algún despistado cree que esta líneas son para defender los derechos de Soloducho, al que premeditadamente quieren pulverizar en forma ejemplarizante, pues sí, eso es este artículo. También es una defensa acérrima a las fuentes de trabajo que ese hombre impulsó. Las que pudo, las que le dejaron. Las que se podían salvar, porque son indisolubles ambas situaciones.
El Ministerio de Trabajo viene perdiendo la brújula. Las ocupaciones proliferan, los inversionistas desaparecen y se está ambientando la peor política laboral de los últimos tiempos. Creyendo que defiende el derecho al trabajo, está matando al trabajo verdadero. Sería bueno que recapacitaran antes que no quede nadie. Como decían ellos: el último en irse, que apague la luz.
Este gobierno cree que tiene que ser pro-operario y que ello lo obliga a ser anti empresario. No entiende lo esencial. Hoy ser pro-operario implica también ser pro-empresario para que el titular de la empresa no se funda y, con ello, no lleve al hambre a todos los trabajadores de su empresa. Es el dos más dos. Sólo visiones muy radicalizadas, con aroma revanchista, permiten ver otra cosa. Por algo ha habido tantas idas y venidas, con actuaciones judiciales valientes y con gobernantes lamentables, que no ayudaron a cumplir lo que ordenaba la Justicia. Hacerse de sus bienes parece una proeza en este país.
Acá se ha pulverizado todos los principios legales básicos. Una huelga que no es tal. Una ocupación con guardia gremial, y cobrando pero sin trabajar. Los trabajadores que cobran el seguro de desempleo sin saber cómo termina todo. Y un caso emblemático que se constituyó en el peor ejemplo de lo que se empieza a vivir con tanta anarquía y tantas ocupaciones.
Porque esa es la verdad, los límites del Estado de Derecho, o sea las certezas de las normas legales, se han borrado porque hay que expropiar los medios de producción a sus titulares actuales para que los trabajadores, por algún mecanismo, se hagan de ellos y los exploten. Ese —parecería— es el verdadero sentir gubernamental. El empresario, en la mirada del gobierno, es un comisionista que intermedia y punto. Nada vale su espíritu de riesgo, su creatividad y su liderazgo. Nada vale su inversión, nada vale el derecho de propiedad. Nada valen sus contactos para colocar sus productos. Nada vale nada. Sólo el derecho al trabajo descolgado del mundo real. Es una mirada siniestra, sólo fruto del dogmatismo ideológico.
Aunque parezca increíble, esta óptica del otrora socialismo real, es la que impera en el equipo del Ministerio de Trabajo. Siguen desconfiando del empresario, creyendo que es un oligarca explotador, al que llegó la hora de ponerlo en su lugar. Pero, claro, no saben ni cómo, ni de qué forma, sólo saben que lo tienen que combatir por vendetta filosófica.
El Uruguay, con esta nueva dirigencia sindical poderosa, empieza vivir su peor infierno. Los gobernantes todavía no advirtieron que tiene más poder la central sindical que todo el Frente Amplio junto. Esta película, además, ya la vimos en la Argentina, donde la dirigencia sindical, con recursos económicos, maneja el poder de una manera que causa estupor. Si tendrán plata, acá, que quieren comprar un canal de televisión. El nuevo marco normativo les amparó el descuento sindical automático sobre los salarios, todo lo cual los está haciendo cada vez más ricos. Y, lógicamente, hoy todo el mundo se quiere sindicalizar, porque el gobierno está en esa sintonía. Bienvenidos al club del nuevo poder corporativo del Uruguay.
Si algún despistado cree que esta líneas son para defender los derechos de Soloducho, al que premeditadamente quieren pulverizar en forma ejemplarizante, pues sí, eso es este artículo. También es una defensa acérrima a las fuentes de trabajo que ese hombre impulsó. Las que pudo, las que le dejaron. Las que se podían salvar, porque son indisolubles ambas situaciones.
El Ministerio de Trabajo viene perdiendo la brújula. Las ocupaciones proliferan, los inversionistas desaparecen y se está ambientando la peor política laboral de los últimos tiempos. Creyendo que defiende el derecho al trabajo, está matando al trabajo verdadero. Sería bueno que recapacitaran antes que no quede nadie. Como decían ellos: el último en irse, que apague la luz.
3 comentarios:
El ministerio de trabajo no puede perder la brújula, porque nunca tuvo una .......
Adhiero.
Y creo que tampoco tuvo ministro.
:S
Jaaa, el LORD tiene razón ... también adhiero ......
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