(Publicado - El Observador 17/05/06)
Seguramente, amigo lector, usted como yo estamos próximos al fastidio cuando escuchamos cómo desde el gobierno se analizan algunos temas. El posible Tratado de Libre Comercio con los EE.UU es buena muestra del talante con el que los frenteamplistas encaran los temas que siempre les han resultado urticantes.
Los que están a favor no lo quieren llamar por su nombre, pero Astori dice que sí lo quiere y que se está trabajando para ello. El canciller Gargano dice que no lo quiere y que el gobierno no lo está impulsando. Mujica que ni que sí ni que no, sino todo lo contrario. Rematando, el Presidente haciendo surf, hablando según la tribuna: en marzo, en Venezuela, el TLC no estaba en la agenda del gobierno y dos meses después, en el Imperio, comienzan las negociaciones por algo que si termina siendo un tratado de libre comercio, que así sea, afirmó. La verdad, es cosa de locos.
La pregunta a formularse es por cuánto tiempo más vamos a padecer que las cosas se sigan viendo a través de los lentes de la ideología; cuándo será que pongamos foco en lo que verdaderamente importa. Pragmatismo, pide la gente. Lo que importa es aquello que beneficie a los uruguayos, lo demás es pura cháchara.
Además, es tan obvio que todo aquello que contribuya a intensificar el intercambio comercial redundará en crecimiento de la economía, en un empuje a la actividad empresarial y en la creación de empleos genuinos, que es difícil concebir que alguien piense lo contrario. Hay que ponerse como meta hacer el TLC con EE.UU y con quien podamos y sirva. Pero nadie puede negar que el gran país del norte se ha convertido desde hace un tiempo en un gran comprador de nuestra producción —por encima de nuestros queridos socios del MERCOSUR, dato objetivo— y que cuanto más nos compre, mejor.
El tema no es, entonces, TLC sí o TLC no, sino qué TLC queremos y cómo podemos apostar fuertemente a todas las posibilidades que nos abre. Porque la discusión no se agota en cuánto más se podrá exportar a EE.UU. Por supuesto que este es un tema capital, pero hay otros. Debemos recorrer el capítulo de la exportación de servicios: Uruguay tiene que convertirse en plataforma logística de todo el comercio de la región. Nuestro país está en inmejorables condiciones para plantearlo. Primero, porque siempre hemos sido boca de entrada del comercio hacia la región; y, segundo, porque tenemos instrumentos legales —llámese Ley de Puertos y Ley de Zonas Francas— que podemos ofrecer a los empresarios del mundo, en este caso de los EE.UU.
Argentina importa mercadería de EE.UU por valor de U$S 4.000 millones por año y Brasil U$S 12.700 millones. El conjunto de puertos del lado brasileño, sumados Buenos Aires y Montevideo, movilizan 4.500.000 de contenedores al año. En estos momentos, Uruguay capta a través de los puertos sólo un 8% de la mercadería que se mueve en tránsito en la región.
Si nosotros pudiéramos captar sólo una parte de esas importaciones para que en forma de tránsito pasara por nuestras costas, el impacto sería formidable. Un dato: cada 1.000 contenedores se generan 17 puestos de trabajo directos. Para ello debemos incluir este capítulo en el TLC, como ya lo hizo Chile.
La clave es concebir al Uruguay, no solamente como un mercado en sí mismo, sino en su interrelación con la región, porque esto es lo que definirá, finalmente, el interés de los inversores. Promocionemos a nuestro país en ese sentido.
Que los prejuicios y los ideologismos de vieja data no nos cieguen.
Los que están a favor no lo quieren llamar por su nombre, pero Astori dice que sí lo quiere y que se está trabajando para ello. El canciller Gargano dice que no lo quiere y que el gobierno no lo está impulsando. Mujica que ni que sí ni que no, sino todo lo contrario. Rematando, el Presidente haciendo surf, hablando según la tribuna: en marzo, en Venezuela, el TLC no estaba en la agenda del gobierno y dos meses después, en el Imperio, comienzan las negociaciones por algo que si termina siendo un tratado de libre comercio, que así sea, afirmó. La verdad, es cosa de locos.
La pregunta a formularse es por cuánto tiempo más vamos a padecer que las cosas se sigan viendo a través de los lentes de la ideología; cuándo será que pongamos foco en lo que verdaderamente importa. Pragmatismo, pide la gente. Lo que importa es aquello que beneficie a los uruguayos, lo demás es pura cháchara.
Además, es tan obvio que todo aquello que contribuya a intensificar el intercambio comercial redundará en crecimiento de la economía, en un empuje a la actividad empresarial y en la creación de empleos genuinos, que es difícil concebir que alguien piense lo contrario. Hay que ponerse como meta hacer el TLC con EE.UU y con quien podamos y sirva. Pero nadie puede negar que el gran país del norte se ha convertido desde hace un tiempo en un gran comprador de nuestra producción —por encima de nuestros queridos socios del MERCOSUR, dato objetivo— y que cuanto más nos compre, mejor.
El tema no es, entonces, TLC sí o TLC no, sino qué TLC queremos y cómo podemos apostar fuertemente a todas las posibilidades que nos abre. Porque la discusión no se agota en cuánto más se podrá exportar a EE.UU. Por supuesto que este es un tema capital, pero hay otros. Debemos recorrer el capítulo de la exportación de servicios: Uruguay tiene que convertirse en plataforma logística de todo el comercio de la región. Nuestro país está en inmejorables condiciones para plantearlo. Primero, porque siempre hemos sido boca de entrada del comercio hacia la región; y, segundo, porque tenemos instrumentos legales —llámese Ley de Puertos y Ley de Zonas Francas— que podemos ofrecer a los empresarios del mundo, en este caso de los EE.UU.
Argentina importa mercadería de EE.UU por valor de U$S 4.000 millones por año y Brasil U$S 12.700 millones. El conjunto de puertos del lado brasileño, sumados Buenos Aires y Montevideo, movilizan 4.500.000 de contenedores al año. En estos momentos, Uruguay capta a través de los puertos sólo un 8% de la mercadería que se mueve en tránsito en la región.
Si nosotros pudiéramos captar sólo una parte de esas importaciones para que en forma de tránsito pasara por nuestras costas, el impacto sería formidable. Un dato: cada 1.000 contenedores se generan 17 puestos de trabajo directos. Para ello debemos incluir este capítulo en el TLC, como ya lo hizo Chile.
La clave es concebir al Uruguay, no solamente como un mercado en sí mismo, sino en su interrelación con la región, porque esto es lo que definirá, finalmente, el interés de los inversores. Promocionemos a nuestro país en ese sentido.
Que los prejuicios y los ideologismos de vieja data no nos cieguen.
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