miércoles, diciembre 21, 2005

LA BONAPARTIZACIÓN

(Publicado - El Observador 20/12/05)
A lo largo de todo el año hemos ido constatando algo que sospechábamos pero que temíamos aceptar: el gobierno tiene agudos problemas para entender los postulados básicos de la Democracia y la aceptación de las reglas del Estado de Derecho.
Cuando la reforma constitucional del agua no fue respetada, esa fue la primera señal. Después, se derogó el decreto que permitía solicitar desocupaciones en las plantas industriales. Con ello, se hizo añicos el derecho de propiedad. Luego, vinieron las dudosas versiones jurídicas en torno a la ley interpretativa de la caducidad. Hasta los más radicales advierten que está naciendo un exabrupto antijurídico. Ahora, aparece la omnipotencia del fuero sindical. Son demasiados hitos como para relativizarlos. De distinta manera, pero con similar misión todos ellos buscan “imponer” una visión sea como sea. Las formas democráticas empiezan a descuidarse y en un gobierno monocromático eso es muy peligroso. Se vive y se oye una sola voz.
En la interna del gobierno hay presión para lograr que el primer año y parte del segundo sea un tiempo de concreciones. Se sabe que lo que no se hizo allí, luego es difícil hacerlo. De cualquier forma, el gobierno no advierte que el Estado de Derecho obliga a respetar tiempos y formas que garanticen que la democracia tenga consistencia.
Hay, además, algunos ministros y ministras que día a día demuestran un fenomenal desprecio por lo que piensa y dice la otra mitad del país. La soberbia que le endilgaban a las administraciones anteriores ya no es tan mala. Parecen tener una especie de licencia oral que les permitiera decir lo que en ese momento se les pasa por la cabeza. Eso es frivolidad. Están perdiendo el respeto por todos. No advierten que mucho de lo que criticaban ayer, hoy lo asumen con plenitud. Triste evidencia de gente que con una vieja alfombra roja y dos secretarios se bonapartizan de pies a cabeza.
Ni que hablar de la pobre habilidad gubernamental para manejar escenarios inclusivos. El parlamento es un espacio en el que el juego democrático se produce esporádicamente. El gobierno tiene premeditadamente “planchado” al parlamento. No lo quiere operativo. Lo utiliza para legitimar los designios del poder ejecutivo y siempre a último momento, cosa de eliminar el posible debate. Es tan triste la cosa que hay parlamentarios oficialistas que nunca hablaron con el presidente ni dos minutos. Total, que importa perder el tiempo es esas “minucias”.
¿Será que no había cultura de gobierno y ello impone hacer aprendizajes lentamente? ¿Será que los noveles gobernantes priorizan sus miradas ideológicas por encima de los instrumentos que deben respetar para concretarlas? En fin, puede haber un poco de todo, pero lo que está claro es que esta izquierda nacional nada tiene que ver con la chilena, que anda por la vida sin prejuicios buscando beneficiar como sea a su pueblo, negociando y hablando con todos para alcanzar ese objetivo. Nuestra izquierda todavía huele a naftalina del sesenta, suda al compás de algunos viejos mitos y no termina por hacer el viaje a la modernidad democrática. (Por eso los traumas que se producen por el Tratado de Inversiones con Estados Unidos por ejemplo). Todo esto nos va a salir muy caro a los uruguayos. Caro, en la calidad de nuestro sistema de vida. Caro, en los derechos ciudadanos que cada día se van recortando cada vez más por detrás de las lógicas corporativas. Caro, porque el que no coincide con el gobierno ya es un “traidor” a las causas progresistas. Esto viene mal y conviene ir pegando el grito de alerta para que no se diga que nadie habló a tiempo. Porque solo un ciego no ve el dogmatismo y la intolerancia de muchos gobernantes. Llámenlo como quieran, pero lo que estamos viviendo viene dejando un saldo antidemocrático enorme. Así de cruda, para mí, está la cosa.

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