lunes, setiembre 26, 2005

SUDAMERICA: ZONA ROJA

(Publicado - Cambio de Salto - 26/9/05)
Puede sonar fuerte. Efectivamente, el título de este artículo parece un exabrupto para captar la atención del lector. Pero una cosa no quita la otra: la región se está poniendo cada vez más patética y si hubiera que calificar al liderazgo sudamericano (al menos, a buena parte de él), no encuentro mejor manera que retratarlo como dentro de una zona de peligro.
De la Argentina se nos regala un liderazgo en clave de show: principismo militante en la dialéctica y sumisión genuflexa ante los organismos multilaterales de crédito. Con el mayor de los descaros se reviste de una falsa dignidad, pretendiéndonos dar cátedra al resto de los sudamericanos sobre lo badulaques que somos al no enfrentarnos al FMI —un mensaje absurdo y perimido, pero que aún prende en mucha gente y siempre resulta nocivo— para después pasar por caja a pagar como cualquier hijo de vecino.
Es el mismo presidente que fue todo menos neutral en las últimas elecciones de nuestro país y —a pesar de su supuesta amistad “progre” con Tabaré— nos critica a los uruguayos por las plantas de celulosa que se instalaron en nuestras costas. Toda la demagogia posible en el gobernador reclamante y un canciller candidato, hacen que la colaboración entre los países del MERCOSUR sea sólo una frase hecha. Entre paréntesis, el canciller Bielsa está perdiendo los estribos y con tal de avanzar en su candidatura diputaderil ya ingresa en el terreno de la confrontación dialéctica con Uruguay en relación a las inversiones finlandesas. El gobierno uruguayo debiera levantar la voz, olvidándose de sus amistades políticas y defendiendo con los pantaloncitos bien puestos al trabajo de los nuestros.
En Brasil se despedaza el sistema político (un parlamentario puede pasar por cuatro partidos en un mismo período parlamentario. Sin comentarios). Sólo Lula, jugando con el peso de su popularidad, quizás ayudará a soportar la situación. El problema es que cada día que pasa se le cree menos. Además, “hambre cero” sólo fue un slogan que retumbó en la esperanza y los sueños que se cobijan en las favelas, cuando debía hacerlo en los estómagos de los millones de hambrientos que las habitan. Antes a esto se lo llamaba demagogia. (Por estos días estuvo en Uruguay un parlamentario integrante de la CPI de Brasil, investigador de los casos de corrupción parlamentaria allá, por desgracia aparentemente apareció en la secuencia de “coimas” una sociedad anónima uruguaya implicada en el asunto. Habrá que ver que resulta de todo esto y si hay actuaciones judiciales que actúan en el caso sería interesante saber quienes fueron la “conexión uruguaya” de semejante acto de corrupción en el país hermano. Lástima que el país aparezca enganchado en este lío.)
La cuestión es que muchos creyeron que los “buenos” habían llegado al gobierno y que a los “malos” habían sido desplazados. Pero nada es tan obvio. ¿Qué creerá ahora la gente? ¿Se puede ser tan maniqueo e infantil en la vida o las cosas son un poquito más complejas siempre?
El señor que está a la cabeza de Venezuela está de moda. Ayer golpista, hoy superhéroe de comics latinoamericanos. Vino a salvar a la región. ¡Gracias Hugo por ser como sos! ¡Gracias por tirar algún hueso con tus petrodólares a los flacos bolsillos de los latinoamericanos! Más bien debería preocuparse de aprovechar la bonanza de los precios del crudo para contribuir a desarrollar a su país y sacar a millones de venezolanos de la extrema pobreza. Se presenta como algo diferente para venir a darnos lecciones y, en esto, Chávez no ha hecho otra cosa que actuar de la misma forma irresponsable que la mayoría de los presidentes del país de Bolívar. Esta es la “insoportable levedad del ser” político latinoamericano, pero no nos podemos mudar de barrio, así que hay que aprender a vivir con lo que hay dijera Kessman.
Uruguay debiera cuidarse de los malos ejemplos. Debe aprender de otros países, como Chile, que sin tanta alharaca y gritos destemplados, recorre el camino del desarrollo productivo, abriéndose al mundo obteniendo mercados que parecían imposibles. Algo de eso ya hizo Uruguay que hoy exporta más al NAFTA que al MERCOSUR. Lo que importa es el proyecto de país a mediano y largo plazo. Y esto se logra con políticas coherentes, sanas y consistentes, dejando de lado afinidades ideológicas, que por el imperio de la democracia no siempre estarán las mismas cabezas al frente de los gobiernos.
Que Uruguay no sea un actor más en este teleteatro sudamericano debiera ser una plegaria de todo aquel que tiene sentido común.

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