Mi abuelo, que era médico, siempre me decía que, después de una grave enfermedad, la convalenscencia hay que hacerla con cuidados extremos para no tener recaídas. Este simple consejo corre para los colorados. En esta etapa de recuperación electoral hay que tener sumo cuidado en no errar movimientos, porque éstos pueden ser letales.
Quiero ser más claro aún: la batalla colorada es con el gobierno, con lo malo del gobierno, con sus improvisadores, con su destrucción de la clase media y con su desaprovechamiento de una bonanza económica internacional, que ya empieza a languidecer. Ese —para mí— es el eje central del debate. Además, le voy a agregar las inmoralidades y corrupciones de varios frentistas, porque creo que nos faltaron a la verdad hablando de ética, cuando no reinaron para nada en ese tema. Una vida jugando con la moral pública y ya hay una barra procesada por corrupción pura y dura, algún senador expulsado del Parlamento y varias situaciones que terminarán en los juzgados de cosas complicadas…
No creo que la pelea deba ser tórrida entre colorados. Cada uno en su trillo, recorriendo su pensamiento y hablándole al país. Tampoco me veo —y quisiera que lo entendiéramos todos— discutiendo a muerte, en tono menor, con el Partido Nacional. Es verdad, somos identidades distintas. Pero no es menos cierto que hay una matriz republicana y democrática que nos vincula. ¿O alguien duda que en la segunda vuelta unos u otros nos daremos una mano para sacarnos a este gobierno de encima y pujar por nuestro proyecto humanista? ¿No se siente el clamor popular de la “buena onda” entre blancos y colorados? ¿O yo visito barrios en los que sólo a mí me piden que en la segunda vuelta estemos juntos para cambiar al “cambio”?
Además, el Partido Colorado todavía no levantó del porcentaje electoral que lo ubicó de manera magra en el escenario político nacional. Hay que empujar para romper la barrera del 10 por ciento. Y eso se hace batallando hacia afuera, procurando captar adhesiones independientes que en algún momento nos valoraron y que ahora están a punto de retornar si nos visualizan serios, sin discusiones entre los partidos adentro y con mínima fricción entre colorados y blancos. No voy a enojarme y a levantar la voz contra los blancos y espero que ellos hagan lo propio con nosotros. Al final nos necesitamos y eso es demasiado serio como para comprometerlo.
Por eso insisto en debatir, en intercambiar opiniones en torno a los grandes temas del país con seriedaed, con ideas, con programas, con proyectos y con vuelo. Esto no impide la pasíon. Por el contrario, la motiva. Pero aleja definitivamente el perfilismo marketinero y muestra quiénes son más sólidos y quiénes no.
Ojalá se entienda esto.
Quiero ser más claro aún: la batalla colorada es con el gobierno, con lo malo del gobierno, con sus improvisadores, con su destrucción de la clase media y con su desaprovechamiento de una bonanza económica internacional, que ya empieza a languidecer. Ese —para mí— es el eje central del debate. Además, le voy a agregar las inmoralidades y corrupciones de varios frentistas, porque creo que nos faltaron a la verdad hablando de ética, cuando no reinaron para nada en ese tema. Una vida jugando con la moral pública y ya hay una barra procesada por corrupción pura y dura, algún senador expulsado del Parlamento y varias situaciones que terminarán en los juzgados de cosas complicadas…
No creo que la pelea deba ser tórrida entre colorados. Cada uno en su trillo, recorriendo su pensamiento y hablándole al país. Tampoco me veo —y quisiera que lo entendiéramos todos— discutiendo a muerte, en tono menor, con el Partido Nacional. Es verdad, somos identidades distintas. Pero no es menos cierto que hay una matriz republicana y democrática que nos vincula. ¿O alguien duda que en la segunda vuelta unos u otros nos daremos una mano para sacarnos a este gobierno de encima y pujar por nuestro proyecto humanista? ¿No se siente el clamor popular de la “buena onda” entre blancos y colorados? ¿O yo visito barrios en los que sólo a mí me piden que en la segunda vuelta estemos juntos para cambiar al “cambio”?
Además, el Partido Colorado todavía no levantó del porcentaje electoral que lo ubicó de manera magra en el escenario político nacional. Hay que empujar para romper la barrera del 10 por ciento. Y eso se hace batallando hacia afuera, procurando captar adhesiones independientes que en algún momento nos valoraron y que ahora están a punto de retornar si nos visualizan serios, sin discusiones entre los partidos adentro y con mínima fricción entre colorados y blancos. No voy a enojarme y a levantar la voz contra los blancos y espero que ellos hagan lo propio con nosotros. Al final nos necesitamos y eso es demasiado serio como para comprometerlo.
Por eso insisto en debatir, en intercambiar opiniones en torno a los grandes temas del país con seriedaed, con ideas, con programas, con proyectos y con vuelo. Esto no impide la pasíon. Por el contrario, la motiva. Pero aleja definitivamente el perfilismo marketinero y muestra quiénes son más sólidos y quiénes no.
Ojalá se entienda esto.