(Publicado - El Observador 21/03/07)
El Frente Amplio siempre impartió lecciones de moral pública a toda la sociedad uruguaya. Es así que buena parte de sus críticas apuntaron siempre a la supuesta corrupción endémica de los partidos tradicionales, a sus prácticas opacas, a sus negociados, a sus acomodos, en fin, sobran ejemplos de imputaciones criminales. Y cuando no podían afirmar en público lo que se les antojaba, lanzaban una ola de rumores de resultados devastadores para el honor de la víctima de turno. En más de un caso, destrozaron la honorabilidad de gente que llegó a tener que retirarse de las calles por temor a que los lincharan. Esa es la triste verdad del talante de muchos de los actuales gobernantes. Por las buenas o por las malas, pero “las tenés que pagar, inmundo burgués”.
Hoy, pasados algunos años, es increíble advertir cómo cambian las cosas. Porque todo aquello que el Frente criticó resulta que, ahora, se asume con un entusiasmo y una devoción que dejan perplejos al más distraído observador. Por eso los últimos pensamientos de Zabalza no son los de un resentido con pocos votos, sino los de un desencantado ante la traición a los postulados de siempre, aquellos que la izquierda defendió a toda hora. El tipo será, sí, un dogmático de los 60, pero pega en el clavo cuando desnuda todo el travestismo que el gobierno tiene. Ese de los sapos, las culebras y los cocodrilos. El de “así como te digo una cosa, te digo la otra”. El del cinismo devenido picardía virtuosa.
Causa pena, en realidad, advertir cómo se vienen aburguesando los gobernantes con sus autos oficiales, sus viajes por el mundo, sus cambios de estética, sus soberbias a flor de piel y sus nuevos amigos empresarios. Permítame, lector, detenerme un segundo en este asunto. Ver almorzar a viejos revolucionarios con lo más granado del capitalismo prebendario criollo en restaurantes de la Ciudad Vieja es una delicia para los ojos. Y causa sorpresa ver cómo los viejos “enemigos de clase” de ayer, hoy son socios de tantos sueños…
Es que —parece— estaría naciendo una nueva “rosca” —al estilo de la “boli-burguesía” chavista— que con sigilo viene mezclando áreas del sector privado y áreas del sector público. Quieren influir sobre el devenir económico de la república y lo hacen tejiendo acuerdos que les permitan seguir en la fiesta. Desde abogados connotados que están simultáneamente en el gobierno y en los estrados judiciales, a senadores que cinchan por meterle un garrón al Estado, pasando por jerarcas que en los casinos se rifaron 13 millones de dólares mientras repartían canonjías entre amigos y familiares, hasta otros reciclados funcionarios que los echaron en la gestión municipal de Vázquez y ahora les tiran un cabito en el gobierno, o empresarios ansiosos por disputar prebendas del Estado fabricante de rentas. Hay de todo como en botica.
Qué pintoresco recordar cuando la izquierda decía que la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción eran lo mismo. Ahora —parece— son cosas diferentes. Cualquier cosa vale por la “responsabilidad” que tienen que asumir como gobernantes.
Uruguay siempre peleó por no ser un paisito bananero y destacarse en el concierto regional ante tanto atropello antidemocrático y tanta locura política. Por eso siempre miramos a la Argentina peronista de reojo. Porque no le creemos su vocación democrática. Por eso sospechamos siempre de la fragilidad del sistema político brasilero, porque no se crean partidos fuertes de un día para el otro. Esa es la verdad.
La decadencia en la que nos estamos metiendo con un gobierno esquizofrénico, de gerontes que parecen recorrer sólo dos caminos extremos: el cobro de viejas facturas, la ignorancia y el dogmatismo, o el posmodernismo ético, para el que “todo es igual, nada es mejor”. Es impresionante. Pero la fiesta ya se está acabando y empiezan a verse las arrugas y el maquillaje.
Hoy, pasados algunos años, es increíble advertir cómo cambian las cosas. Porque todo aquello que el Frente criticó resulta que, ahora, se asume con un entusiasmo y una devoción que dejan perplejos al más distraído observador. Por eso los últimos pensamientos de Zabalza no son los de un resentido con pocos votos, sino los de un desencantado ante la traición a los postulados de siempre, aquellos que la izquierda defendió a toda hora. El tipo será, sí, un dogmático de los 60, pero pega en el clavo cuando desnuda todo el travestismo que el gobierno tiene. Ese de los sapos, las culebras y los cocodrilos. El de “así como te digo una cosa, te digo la otra”. El del cinismo devenido picardía virtuosa.
Causa pena, en realidad, advertir cómo se vienen aburguesando los gobernantes con sus autos oficiales, sus viajes por el mundo, sus cambios de estética, sus soberbias a flor de piel y sus nuevos amigos empresarios. Permítame, lector, detenerme un segundo en este asunto. Ver almorzar a viejos revolucionarios con lo más granado del capitalismo prebendario criollo en restaurantes de la Ciudad Vieja es una delicia para los ojos. Y causa sorpresa ver cómo los viejos “enemigos de clase” de ayer, hoy son socios de tantos sueños…
Es que —parece— estaría naciendo una nueva “rosca” —al estilo de la “boli-burguesía” chavista— que con sigilo viene mezclando áreas del sector privado y áreas del sector público. Quieren influir sobre el devenir económico de la república y lo hacen tejiendo acuerdos que les permitan seguir en la fiesta. Desde abogados connotados que están simultáneamente en el gobierno y en los estrados judiciales, a senadores que cinchan por meterle un garrón al Estado, pasando por jerarcas que en los casinos se rifaron 13 millones de dólares mientras repartían canonjías entre amigos y familiares, hasta otros reciclados funcionarios que los echaron en la gestión municipal de Vázquez y ahora les tiran un cabito en el gobierno, o empresarios ansiosos por disputar prebendas del Estado fabricante de rentas. Hay de todo como en botica.
Qué pintoresco recordar cuando la izquierda decía que la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción eran lo mismo. Ahora —parece— son cosas diferentes. Cualquier cosa vale por la “responsabilidad” que tienen que asumir como gobernantes.
Uruguay siempre peleó por no ser un paisito bananero y destacarse en el concierto regional ante tanto atropello antidemocrático y tanta locura política. Por eso siempre miramos a la Argentina peronista de reojo. Porque no le creemos su vocación democrática. Por eso sospechamos siempre de la fragilidad del sistema político brasilero, porque no se crean partidos fuertes de un día para el otro. Esa es la verdad.
La decadencia en la que nos estamos metiendo con un gobierno esquizofrénico, de gerontes que parecen recorrer sólo dos caminos extremos: el cobro de viejas facturas, la ignorancia y el dogmatismo, o el posmodernismo ético, para el que “todo es igual, nada es mejor”. Es impresionante. Pero la fiesta ya se está acabando y empiezan a verse las arrugas y el maquillaje.
4 comentarios:
A los fachitos como vos; en 10 años los vamos a mandar al paredón con el beneplácito del 90% de la población (adoctrinada en los liceos)
saludos y cuidate.
;)
no te parece que sería desperdiciar balas?
kill em all
el futuro es frenteamplista tienen q cambiar la politica de gobierno, si esto sigue el p. colorado muere, incluso el p. nacional tiene su juventud, la del p.colorado no xiste se necesita una rama liberalista innovadora
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