(Publicado - El Observador 30-04-08)
Una de las peores cosas que le pueden suceder a una democracia es ir minando sus soportes hasta terminar afectándola de muerte. Eso es lo que parece suceder con unas cuantas reglas del Estado de Derecho, las que vienen siendo alteradas de manera grosera por un accionar gubernamental que se siente investido, de forma mesiánica, por una verdad todopoderosa. Es tal el dogmatismo, que los gobernantes —aun conscientes del incumplimiento de las reglas— continúan buscando sus objetivos a como dé lugar. Nada los detiene en su recorrido. Total, sienten que tienen razón y por ello cualquier desborde está justificado.
Digamos las cosas como son: el gobierno actúa bajo la máxima “in dubio pro operario”. O sea, en todo aquello en lo que tiene alguna interrogante, la solución es a favor del trabajador... sindicalizado, a instancias de un sindicalismo poderoso como nunca. Lo que no se evalúa con ese talante es que de continuar sin posturas equilibradas, se va a ir matando al trabajo verdadero, porque la inversión sentirá que la balanza está desnivelada para un solo lado. No se trata en absoluto de aplaudir a las patronales; se trata de encontrar el punto óptimo en el que el capital y el trabajo convivan en un marco de productividad saludable. Si el partido, antes de jugarlo, ya tiene un ganador, las cosas entonces están mal planteadas. Los empresarios —que en este país no son muy amigos del riesgo— ante el panorama que se presenta, empiezan a rechazar cada vez más las aventuras de los emprendedores que arrancan con la cancha minada. Y quienes tendrán más para perder, con ese estado de cosas, serán los desempleados, ya que nadie contrata un trabajador para comprarse un problema.
Lo de la imprenta Vanni fue aleccionador. Más de dos años de ocupación de trabajadores —más algún avivado que se quiso hacer empresario con los bienes de otro— y cuando los que intervienen son trabajadores que quieren salvar su empleo, el gobierno llega al extremo de intervenir, sin respaldo jurídico que avale su actuación. Hasta hoy no se comprende cómo los asesores legales de la empresa, actuando en calidad de custodios de la misma como fue dispuesto por el alguacil, fueron expulsados del recinto sin mandato judicial y por órdenes verbales de autoridades policiales. ¿Es acaso posible que la Policía pueda actuar sin un respaldo del juez en un caso como el que referimos harto complejo y tironeado de distintos lados? ¿Es democrático que al boleo la Policía —por órdenes verbales formuladas desde el Ministerio del Interior— actúe de esa forma?
Todo lo que viene pasando con la Suprema Corte de Justicia es penoso también para las instituciones. Al novel miembro de dicho cuerpo le tocará, inevitablemente, satisfacer a unos y excitar a otros. Es que, penosamente, el asunto se jugó en clave de “ganadores” y “perdedores” en el terreno político y ese no puede ser nunca el abordaje de aspectos tan delicados para la nación. Sólo el enfoque técnico debiera ser central en la mirada del juez. ¿Pero quién le creerá que así actuó si se decide por la inconstitucionalidad del irpf en materia jubilatoria? Y si recorre el otro camino... ¿le quedará a alguna gente la impresión de que la presión fue tan fuerte que pudo alterar su parecer? Sea como fuere, estas meras cavilaciones empobrecen a toda la Justicia y, con ello, al Estado de Derecho.
¿Y qué decir de la pretensión de —nada menos— “anular” la Ley de Caducidad, esa por la que el Prosecretario de la Presidencia acaba de estampar su firma en medio de un gran despliegue mediático? El instituto de la “anulación” de una ley —cualquier ley— es completamente ajeno a nuestra tradición jurídica. Pero es mucho menos concebible en la tradición penal liberal de la que —con todos los defectos procesales que se quiera— Uruguay es tributario. Incorporar a la Constitución la anulación de una amnistía, arrasa con siglos de cultura jurídica occidental. Se haría tabla rasa con el principio de ley penal más benigna, con el de irretroactividad de la ley penal, con el de seguridad jurídica y con la lógica pura, porque aquello que fue extinguido (ciertos delitos) no puede resucitarse en un pase mágico jurídico-político.
En definitiva, son demasiados elementos que dan cuenta del escaso republicanismo que aqueja al oficialismo. Y por ese sendero, se va socavando el Derecho y, con ello, a la larga se afecta la libertad de todos.
miércoles, abril 30, 2008
lunes, abril 21, 2008
EL OBSERVADOR - 21/4/2008
«La gente pide acuerdos de blancos y colorados».
EN LÍNEA. WASHINGTON ABDALA: DIPUTADO DEL FORO BATLLISTA
¿Cómo ve la situación creada por el enfrentamiento entre la Corte y el gobierno? Me parece una tensión nefasta para la calidad de la democracia. Cuando hay que defender a un poder del Estado por presiones desde el poder gubernamental es porque se anda por mala ruta. Es grave meterle el peso a la Corte.
¿Cómo evalúa el papel jugado por la oposición en este tema?
Se hizo lo posible para levantar la voz desde el llano, quejándonos por lo que sentíamos que es un tributo injusto y malo para la gente. Lo de la Suprema Corte de Justicia vino a darnos la razón. Nosotros no incitamos a nadie, hay que histeriquear mucho para ver las cosas así. Una porción de ciudadanía se rebeló, eso fue todo.
En la interna colorada, ¿a Pedro Bordaberry se le gana solo presentando un candidato único del Foro y de la 15?
Yo no pienso todo el día en el tema interno, de veras, aunque no me crea. Mi problema es como levantar al partido para meternos en la elección nacional. Ese es el desafío que tenemos los colorados. Hasta ahora no hemos consolidado las otras corrientes, o la otra corriente, pero va llegando la hora de definiciones. Todo llega.
Usted manifestó vocación de precandidato presidencial, ¿cómo se está manejando en la interna de su sector?
Sigo ofreciendo lo mejor de mí para que el partido levante, con coraje y con entrega. Ser candidato colorado hoy es bravo, pero esas son las movidas que hay que jugar a fondo. En las fáciles habría cola para encabezar el partido.
¿Cree que Bordaberry provoca dudas sobre su posición frente a la pasada dictadura?
Mire, los certificados de fe democrática los da el pueblo. Será la gente la que laudará con su parecer a los que siente mejor para representar a mi colectividad. No pienso criticar a nadie en un momento delicado como el que vivimos. El horno no está para boyos. La gente nos exige unidad y tiene razón. Yo lo acepto. Hasta nos piden que nos entendamos con los blancos para sacar al gobierno. Así de clarito es el reclamo. Y a mi resulta supercoherente. Estoy harto del gobierno.
¿Sería el candidato a vicepresidente de Bordaberry?
Mejor dicho, ¿él no podría ser mi candidato a vicepresidente?
El batllismo es patrimonio del Partido Colorado? ¿O ya forma parte de otros partidos?
El Uruguay batllista fue una revolución política y cultural que se metió en la cabeza de buena parte del país desde hace décadas. Las banderas andan por todos lados. El Frente Amplio insinuó vestirse con esas ropas pero en seguida apareció esa visión confrontacional que tienen en el alma: sectores emprendedores versus los más humildes, sindicalistas protegidos versus patronales, jubilados clase A versus jubilados clase B. Eso no es Batllismo es revanchismo.
¿Y cuáles son las cualidades del batllismo que ofrecen ustedes?
Yo hice el viaje de un estatismo dirigista hacia un modelo atenuado donde el gasto público exagerado es un veneno para la democracia. Los batllistas del tiempo que viene tenemos que ubicar nuestro enfoque allí: menos gasto público y más foco en lo que se haga por el Estado. Esto no es ser neoliberales, es simplemente no ser tontos.
«La gente pide acuerdos de blancos y colorados».
EN LÍNEA. WASHINGTON ABDALA: DIPUTADO DEL FORO BATLLISTA
¿Cómo ve la situación creada por el enfrentamiento entre la Corte y el gobierno? Me parece una tensión nefasta para la calidad de la democracia. Cuando hay que defender a un poder del Estado por presiones desde el poder gubernamental es porque se anda por mala ruta. Es grave meterle el peso a la Corte.
¿Cómo evalúa el papel jugado por la oposición en este tema?
Se hizo lo posible para levantar la voz desde el llano, quejándonos por lo que sentíamos que es un tributo injusto y malo para la gente. Lo de la Suprema Corte de Justicia vino a darnos la razón. Nosotros no incitamos a nadie, hay que histeriquear mucho para ver las cosas así. Una porción de ciudadanía se rebeló, eso fue todo.
En la interna colorada, ¿a Pedro Bordaberry se le gana solo presentando un candidato único del Foro y de la 15?
Yo no pienso todo el día en el tema interno, de veras, aunque no me crea. Mi problema es como levantar al partido para meternos en la elección nacional. Ese es el desafío que tenemos los colorados. Hasta ahora no hemos consolidado las otras corrientes, o la otra corriente, pero va llegando la hora de definiciones. Todo llega.
Usted manifestó vocación de precandidato presidencial, ¿cómo se está manejando en la interna de su sector?
Sigo ofreciendo lo mejor de mí para que el partido levante, con coraje y con entrega. Ser candidato colorado hoy es bravo, pero esas son las movidas que hay que jugar a fondo. En las fáciles habría cola para encabezar el partido.
¿Cree que Bordaberry provoca dudas sobre su posición frente a la pasada dictadura?
Mire, los certificados de fe democrática los da el pueblo. Será la gente la que laudará con su parecer a los que siente mejor para representar a mi colectividad. No pienso criticar a nadie en un momento delicado como el que vivimos. El horno no está para boyos. La gente nos exige unidad y tiene razón. Yo lo acepto. Hasta nos piden que nos entendamos con los blancos para sacar al gobierno. Así de clarito es el reclamo. Y a mi resulta supercoherente. Estoy harto del gobierno.
¿Sería el candidato a vicepresidente de Bordaberry?
Mejor dicho, ¿él no podría ser mi candidato a vicepresidente?
El batllismo es patrimonio del Partido Colorado? ¿O ya forma parte de otros partidos?
El Uruguay batllista fue una revolución política y cultural que se metió en la cabeza de buena parte del país desde hace décadas. Las banderas andan por todos lados. El Frente Amplio insinuó vestirse con esas ropas pero en seguida apareció esa visión confrontacional que tienen en el alma: sectores emprendedores versus los más humildes, sindicalistas protegidos versus patronales, jubilados clase A versus jubilados clase B. Eso no es Batllismo es revanchismo.
¿Y cuáles son las cualidades del batllismo que ofrecen ustedes?
Yo hice el viaje de un estatismo dirigista hacia un modelo atenuado donde el gasto público exagerado es un veneno para la democracia. Los batllistas del tiempo que viene tenemos que ubicar nuestro enfoque allí: menos gasto público y más foco en lo que se haga por el Estado. Esto no es ser neoliberales, es simplemente no ser tontos.
miércoles, abril 16, 2008
EL PARTIDO COLORADO
(Publicado - El Observador 16/04/08)
Las circunstancias que viven los colorados, a pesar del escepticismo de los analistas para con este partido político, parecen ser bastante mejores que hace tres años cuando se enfrentaron a una caída electoral de dimensiones descomunales.
La colectividad de Rivera en estos años viene transitando una línea de reconstrucción interna, donde lo organizativo no es menor y dentro de un escenario en el que surgen cuadros políticos jóvenes, fruto de una elección juvenil que asombró al más optimista. A su vez, los temas ideológicos y éticos están presentes en el calendario de preocupaciones de los batllistas, lo que asegura una plataforma con todo el menú básico bien servido para los próximos meses. Se han hecho las cosas con responsabilidad y el nuevo Partido Colorado que habrá de aparecer tendrá toda una ingeniería interna acorde a la época en la que estamos. No hubo improvisación.
Es cierto, todo esto no luce demasiado porque los focos pretenden de manera obsesiva noticiar sobre quién será el portaestandarte colorado y poca importancia le asignan a lo sustancial que existe por detrás y respaldando a esa candidatura presidencial. Es curioso que nadie repare en todo esto cuando es medular saber si la empresa tendrá viabilidad o si sólo es una pantalla la que se presenta ante los ojos de todos.
Imagine el lector la elección del CEO de cualquier emprendimiento en el que no hay ni un plan maestro, ni recursos humanos, ni gerencias que acompañen la gestión de la autoridad... En fin, estaríamos ante un desafío imposible. Por mejor que fuera ese liderazgo empresarial, no habría forma de sacar adelante lo que no tiene ni contenido, ni respaldo. Por eso, en esta circunstancia, el Partido Colorado tiene la obligación de mostrarse como un todo. Sólo si se presenta ante la ciudadanía con una concepción de conjunto —de mujeres y hombres— al servicio del nuevo tiempo que ingresará en el país, será creíble su oferta electoral. La ciudadanía capta todos los mensajes y cada vez más decodifica con precisión la oferta verdadera que se le presenta. Elencos atractivos de gobierno, gente con experiencia y renovación generacional, deberán ser las pócimas a mezclar con sabiduría.
Este es, además, un desafío comunicacional que deberán pensar a fondo los colorados. Porque la tendencia que viene instalándose en el país es una bipolaridad entre el gobierno y el Partido Nacional. En esa polarización se corren riesgos fuertes para los batllistas, al no ser visualizados inicialmente por una incomprensión natural de las reglas del balotaje: la gente tiende a premiar a quien observa con más chance al principio de ganar la batalla. No quiere decir que esto sea así luego, pero en el arranque de esa manera están ubicados los jugadores.
Es muy difícil el desafío colorado, pero no es imposible. Para ello no puede haber errores, tiene que existir una cuota de acierto neto, algo de azar y el rival debe equivocarse. Nada sencillo, ciertamente, pero todo posible dentro del mapa de probabilidades políticas.
Si alguien hubiera dicho que el encare colorado iba a ser tan relevante en la defensa de los derechos de los jubilados por la aplicación del IRPF, con franqueza nadie habría creído semejante enfoque. Sin embargo, desde hace un año y medio —con paciencia infinita— este es el tema principal de buena parte de los batllistas. Por cierto, llovieron las acusaciones: demagogos, oportunistas, contradictorios. Sin embargo, el camino se sigue recorriendo con obstinada actitud, sabiendo que eso es bueno para el país.
Hay que encriptar a las jubilaciones del debate político, por eso una enmienda constitucional clausura el tema para siempre. Y los resultados están a la vista: porque en la principal equivocación del gobierno para con los contribuyentes, los colorados estuvieron a la altura de las circunstancias para defenderlos.
Este es un buen ejemplo de cómo se puede desde cualquier escenario lograr la comunicación de valores y actitudes que —luego— se contagian en la sociedad y se reproducen a pasos inimaginables. Es posible, entonces, comunicar verdades que, al principio, suenan difíciles de presentar en escena.
La colectividad de Rivera en estos años viene transitando una línea de reconstrucción interna, donde lo organizativo no es menor y dentro de un escenario en el que surgen cuadros políticos jóvenes, fruto de una elección juvenil que asombró al más optimista. A su vez, los temas ideológicos y éticos están presentes en el calendario de preocupaciones de los batllistas, lo que asegura una plataforma con todo el menú básico bien servido para los próximos meses. Se han hecho las cosas con responsabilidad y el nuevo Partido Colorado que habrá de aparecer tendrá toda una ingeniería interna acorde a la época en la que estamos. No hubo improvisación.
Es cierto, todo esto no luce demasiado porque los focos pretenden de manera obsesiva noticiar sobre quién será el portaestandarte colorado y poca importancia le asignan a lo sustancial que existe por detrás y respaldando a esa candidatura presidencial. Es curioso que nadie repare en todo esto cuando es medular saber si la empresa tendrá viabilidad o si sólo es una pantalla la que se presenta ante los ojos de todos.
Imagine el lector la elección del CEO de cualquier emprendimiento en el que no hay ni un plan maestro, ni recursos humanos, ni gerencias que acompañen la gestión de la autoridad... En fin, estaríamos ante un desafío imposible. Por mejor que fuera ese liderazgo empresarial, no habría forma de sacar adelante lo que no tiene ni contenido, ni respaldo. Por eso, en esta circunstancia, el Partido Colorado tiene la obligación de mostrarse como un todo. Sólo si se presenta ante la ciudadanía con una concepción de conjunto —de mujeres y hombres— al servicio del nuevo tiempo que ingresará en el país, será creíble su oferta electoral. La ciudadanía capta todos los mensajes y cada vez más decodifica con precisión la oferta verdadera que se le presenta. Elencos atractivos de gobierno, gente con experiencia y renovación generacional, deberán ser las pócimas a mezclar con sabiduría.
Este es, además, un desafío comunicacional que deberán pensar a fondo los colorados. Porque la tendencia que viene instalándose en el país es una bipolaridad entre el gobierno y el Partido Nacional. En esa polarización se corren riesgos fuertes para los batllistas, al no ser visualizados inicialmente por una incomprensión natural de las reglas del balotaje: la gente tiende a premiar a quien observa con más chance al principio de ganar la batalla. No quiere decir que esto sea así luego, pero en el arranque de esa manera están ubicados los jugadores.
Es muy difícil el desafío colorado, pero no es imposible. Para ello no puede haber errores, tiene que existir una cuota de acierto neto, algo de azar y el rival debe equivocarse. Nada sencillo, ciertamente, pero todo posible dentro del mapa de probabilidades políticas.
Si alguien hubiera dicho que el encare colorado iba a ser tan relevante en la defensa de los derechos de los jubilados por la aplicación del IRPF, con franqueza nadie habría creído semejante enfoque. Sin embargo, desde hace un año y medio —con paciencia infinita— este es el tema principal de buena parte de los batllistas. Por cierto, llovieron las acusaciones: demagogos, oportunistas, contradictorios. Sin embargo, el camino se sigue recorriendo con obstinada actitud, sabiendo que eso es bueno para el país.
Hay que encriptar a las jubilaciones del debate político, por eso una enmienda constitucional clausura el tema para siempre. Y los resultados están a la vista: porque en la principal equivocación del gobierno para con los contribuyentes, los colorados estuvieron a la altura de las circunstancias para defenderlos.
Este es un buen ejemplo de cómo se puede desde cualquier escenario lograr la comunicación de valores y actitudes que —luego— se contagian en la sociedad y se reproducen a pasos inimaginables. Es posible, entonces, comunicar verdades que, al principio, suenan difíciles de presentar en escena.
miércoles, abril 02, 2008
Derecha, conservadores, fascistas…
(Publicado - El Observador - 2/04/08)
¿Quién lo iba a decir? ¿Quién iba a imaginar que en tan poco tiempo se manejarían los mismos argumentos que los partidos históricos usaron para introducir algunos cambios estructurales en la sociedad uruguaya? ¿Quién creería que la aceptación de la inversión privada y el orden fiscal iban a ser caballitos de batalla gubernamentales (por ahora, más retóricos que prácticos)? ¿Quién pensaba que los mismos que no ambientaban un acuerdo de país a país con Finlandia —para orquestar los entendimientos tipo Botnia— serían los que hoy se llenan la boca con esas inversiones?
Es que no es cierto que este gobierno no sorprendió. Para mi sorprendió y mucho. Claro, todo dentro de un contexto bastante cínico y contradictorio.
El cinismo lo detectamos en las diversas posturas manejadas según como convenga el asunto. Un ejemplo, el caso Colombia. El gobierno emite un mensaje mesurado, la mesa política de la coalición de gobierno defiende a Chávez y critica gruñendo a Colombia y cada legislador frentista se para según su particular visión ideológica. Algunos, incluso, idoltrando al líder de las FARC. Murgueril y cambalachesco, pero cínicamente planteado, con premeditación absoluta. Se paran en todos los mostradores y a cada parroquiano le venden el buzón del caso. Chin, chin.
Contradictorio, a su vez, en diversos planos. Elijamos alguno, el los asuntos de seguridad pública. Empezaron liberando presos (pobres muchachitos, son víctimas, no victimarios…) y luego, cuando la sociedad toda gritaba desesperada de miedo, cambiaron al Ministro, pero todo siguió igual. Si, hay más marketing, la Ministra es hábil declarante pero las rapiñas y la violencia doméstica siguen empujando la sociedad hacia una colombianización horrenda que nadie parece ver. Sin embargo todo sigue igual. La Policía no se logra motivar. Y la violencia cada día está mas internalizada en todos lados. Los chiquilines que antes pedían limosna en las esquinas van siendo desplazados por jovencitos chorros que amedrentan a cuanto distraído circula por la ciudad en diversos semáforos. ¿No lo ven? ¿Se hacen los bobos y miran para otro lado? ¿O no quieren tomar medidas porque tendría costo político? ¿Cuál es el discurso verdadero del gobierno?
Es que no se puede gobernar en un cúmulo de contradicciones permanentes. Ganan con los votos de la clase media y la atropellan con el IRPF. Los trabajadores de este país, los emprendedores del Uruguay, sienten que no vale la pena dar la batalla por prosperar porque el Estado se los traga. La tienen perdida, ya lo saben. Allí también dejaron por el camino apoyos que los llevaron al gobierno. Es que traicionaron a sus votantes. Sencillo.
Parte de todo esto es la caída en las encuestas del gobierno. No se trata de otra cosa. El Presidente puede tener algún punto más, pero es nominal la cosa. El gobierno hace agua porque la gente se desilusionó. Hasta los grupos radicales se van de allí. Es que no son ni chicha ni limonada, ese es el asunto. Y no se puede seguir lloriqueando o histeriqueando con la herencia del pasado. No se lo cree nadie. (Y eso que no le agrego un punto a los casos de dudosa probidad moral de actores y familiares del gobierno… porque no sé cuánto pesan esos asuntos).
No se puede gobernar un país al estilo Vázquez, con un manual de resolución de conflictos pero sin una hoja de ruta clara. Acá no se contuvo el gasto público —todo lo contrario— y eso Astori sabe que es así. Acá no se premió a ningún sector de la vida económica del país, más allá de aquellos que ya venían siendo estimulados desde hace años. Acá no hay una política que prevea la caída de la economía planetaria y que haga colchón ante una crisis. Acá hubo mucho de inercia, bastante de suerte y poca cosa más para estar como estámos.
Y lo gracioso es que se pasan la vida inventando adjetivos descalificadores como los del título del artículo. Buscando dañar a las colectividades históricas, pretendiendo dejarlas ubicadas como opciones reaccionarias. Es que sólo ofende quien carece de argumentos. Por eso creo que el gobierno empieza a vivir el infierno que construyó. Qué poco duró el palacio. Quién lo diría.
Es que no es cierto que este gobierno no sorprendió. Para mi sorprendió y mucho. Claro, todo dentro de un contexto bastante cínico y contradictorio.
El cinismo lo detectamos en las diversas posturas manejadas según como convenga el asunto. Un ejemplo, el caso Colombia. El gobierno emite un mensaje mesurado, la mesa política de la coalición de gobierno defiende a Chávez y critica gruñendo a Colombia y cada legislador frentista se para según su particular visión ideológica. Algunos, incluso, idoltrando al líder de las FARC. Murgueril y cambalachesco, pero cínicamente planteado, con premeditación absoluta. Se paran en todos los mostradores y a cada parroquiano le venden el buzón del caso. Chin, chin.
Contradictorio, a su vez, en diversos planos. Elijamos alguno, el los asuntos de seguridad pública. Empezaron liberando presos (pobres muchachitos, son víctimas, no victimarios…) y luego, cuando la sociedad toda gritaba desesperada de miedo, cambiaron al Ministro, pero todo siguió igual. Si, hay más marketing, la Ministra es hábil declarante pero las rapiñas y la violencia doméstica siguen empujando la sociedad hacia una colombianización horrenda que nadie parece ver. Sin embargo todo sigue igual. La Policía no se logra motivar. Y la violencia cada día está mas internalizada en todos lados. Los chiquilines que antes pedían limosna en las esquinas van siendo desplazados por jovencitos chorros que amedrentan a cuanto distraído circula por la ciudad en diversos semáforos. ¿No lo ven? ¿Se hacen los bobos y miran para otro lado? ¿O no quieren tomar medidas porque tendría costo político? ¿Cuál es el discurso verdadero del gobierno?
Es que no se puede gobernar en un cúmulo de contradicciones permanentes. Ganan con los votos de la clase media y la atropellan con el IRPF. Los trabajadores de este país, los emprendedores del Uruguay, sienten que no vale la pena dar la batalla por prosperar porque el Estado se los traga. La tienen perdida, ya lo saben. Allí también dejaron por el camino apoyos que los llevaron al gobierno. Es que traicionaron a sus votantes. Sencillo.
Parte de todo esto es la caída en las encuestas del gobierno. No se trata de otra cosa. El Presidente puede tener algún punto más, pero es nominal la cosa. El gobierno hace agua porque la gente se desilusionó. Hasta los grupos radicales se van de allí. Es que no son ni chicha ni limonada, ese es el asunto. Y no se puede seguir lloriqueando o histeriqueando con la herencia del pasado. No se lo cree nadie. (Y eso que no le agrego un punto a los casos de dudosa probidad moral de actores y familiares del gobierno… porque no sé cuánto pesan esos asuntos).
No se puede gobernar un país al estilo Vázquez, con un manual de resolución de conflictos pero sin una hoja de ruta clara. Acá no se contuvo el gasto público —todo lo contrario— y eso Astori sabe que es así. Acá no se premió a ningún sector de la vida económica del país, más allá de aquellos que ya venían siendo estimulados desde hace años. Acá no hay una política que prevea la caída de la economía planetaria y que haga colchón ante una crisis. Acá hubo mucho de inercia, bastante de suerte y poca cosa más para estar como estámos.
Y lo gracioso es que se pasan la vida inventando adjetivos descalificadores como los del título del artículo. Buscando dañar a las colectividades históricas, pretendiendo dejarlas ubicadas como opciones reaccionarias. Es que sólo ofende quien carece de argumentos. Por eso creo que el gobierno empieza a vivir el infierno que construyó. Qué poco duró el palacio. Quién lo diría.
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