(Publicado - El Observador 4/04/07)
Según diversas encuestas, el Presidente de la República sigue contando con un respaldo importante, tanto a nivel de su partido político como también dentro de los votantes de los partidos históricos. ¿Esto tiene que sorprender? Con franqueza, creo que no, por diversas razones.
En primer lugar, siempre los Presidentes reciben adhesiones de gente que los visualiza como la institución presidencial. Basta recordar que el Dr. Batlle en su primer tiempo —antes de la aftosa y del 2002— exhibía guarismos descollantes.
En segundo lugar, porque la economía uruguaya —en términos macroeconómicos— muestra salud al no haberse ingresado en aventuras locas y continuar una línea que ni el más imaginativo hubiera creído que sería el derrotero. (¡Champagne con el FMI!)
En tercer lugar, el gobierno desarrolla un asistencialismo puro y duro, con lo cual fideliza a un enorme grupo de ciudadanos humildes a los que coopta —y degrada— con sus planes sociales, que no son otra cosa que clientelismo prebendario travestido de política social. Y lo son porque no detienen la ruptura social y no previenen nada. Cómo será que hasta ellos mismos — en el fragor de sus disputas y rencillas domésticas— reconocen que el MIDES es un ámbito de acumulación de poder político.
En cuarto lugar, el Dr. Vázquez, como caudillo que es —que no como el estadista que no es—, tiene a todo su partido a sus espaldas, encerrado en una lógica de poder absoluto y con escasa libertad para el perfilismo. El que ose mostrarse como retador sabe que será guillotinado.
En quinto lugar, porque hay todo un aparato marketinero que trabaja todo el día para la imagen presidencial, para sus salidas mediáticas, para sus “Consejos de Ministros” itinerantes, para la construcción de toda una mitología en torna a su persona. Esto lo vemos todos.
En sexto lugar, hay que recordar que el Frente Amplio —sus componentes históricos— ganó luego de un largo proceso de colonización cultural de varias décadas, en el que se insertó en la sociedad civil de manera eficaz. Se metió en el arte, en el teatro, en el carnaval, en la literatura, en la historia, en la ciencia política, en el periodismo. En fin, la izquierda ya había alcanzado una victoria cultural porque sus “categorías” se anticiparon a su éxito en las urnas. Esto también lo ayuda al Presidente, porque navega en aguas amigables, que en general legitiman su accionar.
En séptimo lugar, porque los padres frentistas, hasta ahora, no dejaban pasar un hijo hacia los partidos tradicionales. Y esto se comprueba con los números de los nuevos votantes y con estudios cualitativos que todos conocemos. Esto le dio, hasta el presente, una fortaleza descomunal a un conglomerado político que socializaba de manera muy efectiva al nuevo votante.
En octavo lugar, hay circunstancias profundamente desafortunadas, como aquella que atravesamos en nuestra relación con la Argentina, que ayudan —por ahora— a mantener una posición nacional. Y el presidente —astuto él— de vez en cuando convoca a la oposición para que todos, como coro griego, lo respalden. No son movidas gratis, por cierto, y concretan una postura que hace encolumnar a toda la nación detrás de su persona.
En noveno lugar, porque el ciudadano siente que falta mucho para las elecciones y si el que gobierna no hace grandes ruidos, tampoco nadie se siente convocado a incendiar Roma.
Y en décimo lugar, porque el Presidente, cuando en su gobierno se insinúa algún nubarrón, lo lauda con mucha comunicación mediática —convengamos que es una de sus fortalezas—, con lo cual siempre sale bien parado, dirimiendo contenciosos desagradables entre “compañeros” y con aparente autoridad.
Ahora, que quede claro: estamos a dos años y medio, recién se empiezan a insinuar los problemas profundos que viviremos. La reforma tributaria y sus perniciosos efectos. El misterio de qué quieren hacer con la Salud. La marginalidad institucional. La guerra por la sucesión frentista. La incertidumbre del conflicto con Argentina. La inseguridad que todavía no mejora, el desempleo que no baja y los uruguayos que siguen emigrando. Todo esto sale caro y va a empezar a hacer roncha. Allí quiero ver si el primer ciudadano puede seguir pescando y mantenerse tranquilo. Algo me dice que va a tener que dejar las consultas médicas y la cañita para dedicarse un poquito más en serio a gobernar.