(Publicado - El Observador 24/01/07)
Puede ser que crean que somos todos tontos. Puede ser que nos estén tomando el pelo. Puede ser también que se han creído que son la refundación del Estado uruguayo y desde ese pedestal pretenden ilustrarnos sobre cómo debe ser el nuevo comportamiento de la nación. En fin, todo esto puede ser parte de la enorme soberbia que les aparece a varios funcionarios del actual gobierno cada vez que abren la boca.
Algo de eso se trasluce en el aspirante a Ministro del Interior, el actual subsecretario Juan Faroppa, en su reportaje a “Búsqueda” de hace pocos días. Si uno está desprevenido y no sabe cómo son las cosas hasta puede llegar a creerle algunas afirmaciones por su talante firme y su verbo entusiasta. Si habrá que estar atento.
Este discurso duro que muestra el subsecretario (“no va a pasar una”) nada tiene que ver con el humanismo romántico del ministro. El ministro cree en la “humanización carcelaria”, en los “piquetes artiguistas” y en la firme consideración hacia los infractores de la ley. Así lo ha demostrado durante estos primeros dos años. Esa ha sido su funesta marca de gestión en el área de la seguridad pública. El subsecretario ahora, como si nada sucediera, afirma lo contrario. Alguien de los dos se está riendo de los uruguayos, porque ambos discursos son objetivamente irreconciliables dentro de un mismo gobierno. Esto lo advierte cualquiera.
No puede estar hablando en serio el señor subsecretario al afirmar que “nosotros hemos impulsado la ley de procedimiento policial… parece de locos, tiene que venir un gobierno de izquierda… para que sucediera”. La verdad es que la izquierda siempre ha creído que no es bueno darle más poderes a la policía porque, entre otras cosas, bajo una mirada conspirativa, cree que esta institución potenciada puede ser un peligro para todos. Por eso, además, jamás en todos estos años la izquierda puso una ficha a favor de la policía y por eso en todas las leyes de seguridad pública siempre, repito siempre, fueron los legisladores del Frente Amplio los que se oponían a ese tipo de iniciativas. Es más, en general se creyó que era un espacio vinculado a los partidos tradicionales y por eso también siempre existió una enorme desconfianza hacia ese ámbito estatal.
Lo que resulta, además, extraño en un supuesto experto en materia de seguridad pública -tan experto que colaboró con ahínco con los gobiernos anteriores en los programas de seguridad pública- es su convicción unidireccional de que con una mejora socioeconómica la delincuencia va a bajar. Esto no necesariamente es así, no está probado que sea así en ninguna parte del mundo, y la inseguridad y la violencia tienen causas mucho más complejas que no se pueden resolver de manera infantil, tal como lo plantea el entusiasta aspirante a ministro. (Ni Sarkozy en Francia, ni Giuliani en New York, tenían el problema socioeconómico y tuvieron dramas de violencia feroces. Eso sí, un día decidieron que había que parar el chorro y con la ley en la mano, la aplicaron a rajatabla.)
Hay algo del pastor Warren –aquel personaje con que Les Luthiers parodiaban a los caretas religiosos televisivos- en las expresiones del viceministro al creer que si el delincuente elige “el camino del bien, te vas a santificar, si elegís el camino del mal, no te lo voy a perdonar, no va a pasar una”. Esta es la típica ingenuidad de creer que desde el Estado todo se puede resolver. Es la misma ingenuidad que se tiene en el Ministerio de Desarrollo Social al entregar dinero y creer que automáticamente la gente cambia. Lamentablemente, las cosas no se presentan de esa forma. Todo es mucho más complicado y el aspirante sabe bien esto.
Hoy la inseguridad es un problema de todas las sociedades y en cada caso hay causas diversas en su presentación. Lo que está claro es que ya no hay recetas dogmáticas que “salven” a una sociedad. ¡Por favor! Un poquito de sentido común no vendría mal y sería bueno que se pusieran de acuerdo sobre lo que hay que decir. La gente merece respeto.
Algo de eso se trasluce en el aspirante a Ministro del Interior, el actual subsecretario Juan Faroppa, en su reportaje a “Búsqueda” de hace pocos días. Si uno está desprevenido y no sabe cómo son las cosas hasta puede llegar a creerle algunas afirmaciones por su talante firme y su verbo entusiasta. Si habrá que estar atento.
Este discurso duro que muestra el subsecretario (“no va a pasar una”) nada tiene que ver con el humanismo romántico del ministro. El ministro cree en la “humanización carcelaria”, en los “piquetes artiguistas” y en la firme consideración hacia los infractores de la ley. Así lo ha demostrado durante estos primeros dos años. Esa ha sido su funesta marca de gestión en el área de la seguridad pública. El subsecretario ahora, como si nada sucediera, afirma lo contrario. Alguien de los dos se está riendo de los uruguayos, porque ambos discursos son objetivamente irreconciliables dentro de un mismo gobierno. Esto lo advierte cualquiera.
No puede estar hablando en serio el señor subsecretario al afirmar que “nosotros hemos impulsado la ley de procedimiento policial… parece de locos, tiene que venir un gobierno de izquierda… para que sucediera”. La verdad es que la izquierda siempre ha creído que no es bueno darle más poderes a la policía porque, entre otras cosas, bajo una mirada conspirativa, cree que esta institución potenciada puede ser un peligro para todos. Por eso, además, jamás en todos estos años la izquierda puso una ficha a favor de la policía y por eso en todas las leyes de seguridad pública siempre, repito siempre, fueron los legisladores del Frente Amplio los que se oponían a ese tipo de iniciativas. Es más, en general se creyó que era un espacio vinculado a los partidos tradicionales y por eso también siempre existió una enorme desconfianza hacia ese ámbito estatal.
Lo que resulta, además, extraño en un supuesto experto en materia de seguridad pública -tan experto que colaboró con ahínco con los gobiernos anteriores en los programas de seguridad pública- es su convicción unidireccional de que con una mejora socioeconómica la delincuencia va a bajar. Esto no necesariamente es así, no está probado que sea así en ninguna parte del mundo, y la inseguridad y la violencia tienen causas mucho más complejas que no se pueden resolver de manera infantil, tal como lo plantea el entusiasta aspirante a ministro. (Ni Sarkozy en Francia, ni Giuliani en New York, tenían el problema socioeconómico y tuvieron dramas de violencia feroces. Eso sí, un día decidieron que había que parar el chorro y con la ley en la mano, la aplicaron a rajatabla.)
Hay algo del pastor Warren –aquel personaje con que Les Luthiers parodiaban a los caretas religiosos televisivos- en las expresiones del viceministro al creer que si el delincuente elige “el camino del bien, te vas a santificar, si elegís el camino del mal, no te lo voy a perdonar, no va a pasar una”. Esta es la típica ingenuidad de creer que desde el Estado todo se puede resolver. Es la misma ingenuidad que se tiene en el Ministerio de Desarrollo Social al entregar dinero y creer que automáticamente la gente cambia. Lamentablemente, las cosas no se presentan de esa forma. Todo es mucho más complicado y el aspirante sabe bien esto.
Hoy la inseguridad es un problema de todas las sociedades y en cada caso hay causas diversas en su presentación. Lo que está claro es que ya no hay recetas dogmáticas que “salven” a una sociedad. ¡Por favor! Un poquito de sentido común no vendría mal y sería bueno que se pusieran de acuerdo sobre lo que hay que decir. La gente merece respeto.